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Política
Los pocos contra los muchos
Los pocos contra los muchos. ¿Con quién vamos? No es difícil elegir bando. Elegir bando es de hecho imposible. El bando es, más bien, una banda que te ponen cuando naces. De la cuna a la tumba, salvadas sean algunas experiencias welfaristas. Los locos años 70 del punk y de la movilidad social.
Con la plebe contra el patriciado. Con les cualquieres frente a la gente de buen nombre. Con los jornaleros contra los señoritos. Con las camareras de piso frente a los magnates hoteleros. En principio la cosa está clara. Por eso decidimos acudir a Nadia Urbinati, autora de Pocos Contra Muchos. El Conflicto Político en El Siglo XXI, publicado este año pasado por la editorial Katz.
Sospechamos, no obstante, que Nadia torcería el gesto si viera esta introducción: estos muchachos no han entendido nada. Para esta politóloga italiana, la conveniente forma republicana de gobierno no funciona mal en esa contraposición entre los pocos y los muchos. En virtud de la que los pocos gobiernan y los muchos se preocupan de sus cosas, de estar tranquilos. Esos muchos que siempre han estado ahí, y aquellos pocos elegidos entre los más poderosos y los mejores de los muchos. Con todo, aunque los pocos son obviamente pocos, la ficción funcional de la representación de los muchos y la cosa política funciona razonablemente. Al menos mientras existan una cierta fluidez en la circulación del poder y caminos estructurados entre el conflicto social basal y su conversión última en los cambios sociales, normas o políticas que den una salida pragmática al mismo. “¿Ha dicho usted huelga, deserción, contracultura? Llévese lo que quiera”.
Pero, si la cosa más o menos funciona, ¿Cuál es el problema? El principal es un viejo conocido de este espacio: el egoísmo de los ricos y su renovado interés en librarse de todos nosotros. ¿La secesión de los ricos otra vez? Sí, la secesión de los ricos otra vez.
Va a ser que el aumento de la desigualdad, el desprecio a las condiciones de vida de los muchos y de la acumulación de los pocos ha ido rompiendo esa comunidad elitista de intereses comunes que añora Urbinati. “Señora ministra de trabajo, suélteme el brazo, que mi reino no es de este mundo. Que, cuando quiera, me desterritorializo al mejor postor y, si te he visto haciendo fortuna en los años de trabajo esclavo y monopolios franquistas, no me acuerdo”.
Pero hay más. Rota esa comunidad política republicana, comunidad segregada y vertical, pero comunidad al fin y al cabo (llámese nación para que no se le vean mucho las costuras al invento), ¿Qué cauce tienen las demandas y malestares de los muchos, por otra parte, crecientes? Pues reliarse un chaleco amarillo, plantar la tienda en la plaza más grande a la vista y abjurar de toda representación y vías de estructuración de esas demandas en medidas normativas o políticas concretas.
La virtud principal de este libro es tomar en serio estos y otros problemas contemporáneos. La elitización y captura de los pocos que salen de los muchos a través mitologías como el gobierno de los mejores, por ejemplo. La inestabilidad de los liderazgos políticos en la democracia de audiencias, por poner otro. Se evita así este gesto que salvaría todos los defectos de nuestros sistemas políticos, proponiendo reconfiguraciones democráticas, igualitaristas o populistas que hacen abstracción de esta cesura material que divide de forma cada vez más evidente nuestras sociedades en patricios y plebeyos.
El problema está, así, bien delimitado. Al mismo tiempo, la lectura de la historia y de las disrupciones políticas en curso de una politóloga asentada en la Universidad de Columbia incorporan los sesgos nostálgicos y funcionalistas propios de la cátedra. Si algo así como el Estado de Bienestar corporativo y tripartito, con esa capacidad de negociación colectiva en tiempo real existía, ocurrió, lo hizo sobre un sustrato de movilización y alternativas, nada enmoquetado y sobre todo nada ceñido a los pocos más presentables elegidos de entre los muchos.
Del mismo modo, las movilizaciones actuales contienen esa ambivalencia que señala Urbinati, pero esta es mayor en el jardín europeo que en otras partes del mundo. Es fácil leer en otros movimientos, desde el 15M a la revuelta chilena, un programa de reformas que, con las tiranteces internas, mutaciones y capturas, se declina en fórmulas apartidistas pero también en el articulado completo de una nueva constitución. Es decir, que ni la república iba tan liviana ni son los muchos el pirómano de este incendio.
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