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Medio ambiente
Summer is coming
El nuevo Plan África del gobierno español sigue sin emplearse a fondo con los derechos humanos y la democracia en la región.
Ahora que se cierne sobre nuestras cabezas la tempestad africana y las altas, altísimas temperaturas nos aconsejan encerrarnos en casa, cabría tomarse el tiempo de la obligada siesta para recapacitar sobre lo que nos está pasando. Mientras buscamos en los gráficos de color rojo o violeta hasta dónde va a llegar el mercurio en nuestro cuadrante, sería bueno pensar qué significa para todo el mundo esa especie de maldición faraónica que se pasea sobre nuestras cabezas. Por ejemplo, mirar algunos kilómetros más abajo en el mapa que utilizamos para planificar nuestra vacaciones, y calcular qué puede suponer vivir a diario con esa lengua de fuego que esta semana nos devuelve la visita.
El cambio climático empieza a coger velocidad, las cosas que los ignorados paneles de científicos predecían para que las vieran nuestros nietos, ya están aquí. La pluma española (así se llama, nada que ver con el Orgullo) va a convertir en un horno media Europa. En sitios como la Casamance (Senegal), los efectos se hacen sentir desde hace años. las bajas precipitaciones hacen que el manglar retroceda poco a poco, dejando a expensas del mar la tierra fértil que da de comer a la gente diola. De poco sirve que algunos toubabs donen su dinero y expongan su tez blanca bajo el sol tropical, plantando los árboles que vemos erguirse apenas algunos centímetros sobre la lámina de agua. Ya no llueve en mayo, quizás en junio o julio todo volverá a cobrar su color verde, y se podrá plantar el arroz en la marisma. Algunos confían en que con la biotecnología, otras variedades aguantarán la canícula mejor que los pequeños granos vernáculos. Cuando lleguen esas semillas, ya no servirán de nada sus semilleros, habrá que comprarlas con un dinero que poco se ve correr bajo la copas de las ceibas y las palmeras.
Dicen que España tiene un plan para África. Así lo fue a comunicar semanas atrás nuestro ministro de Exteriores, ungido con su salacot, a algunos de los países que se consideran clave en el continente. Léanlo, no estaría nada mal si no fuera porque no tiene un solo céntimo de dotación presupuestaria. Dice algunas cosas con sentido, como que debemos ver a África más como una oportunidad que como el rosario de la aurora, que la bomba demográfica que tenemos entre manos puede hacerse detonar controlada y beneficiosamente, que la tendencia democratizadora es irreversible y otras más, totalmente recuperables.
El problema es la realidad y los tiempos, como suele ocurrir. La realidad, porque gran parte del sector privado español al cual el plan quiere implicar, ni le interesa ni sabe qué son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y lo que ha oído de los Derechos Humanos le provoca peores reacciones que el malarone que se toma antes de cada viaje a aquellas latitudes. Los tiempos, porque todas estas buenas intenciones parecen acontecer a una velocidad infinitamente más pausada que el penacho sahariano que se nos viene encima. En esos arrozales de la Casamance, lo que se comenta durante estas semanas es la dimisión de Aliou Sall, hermanísimo del recién elegido presidente de la república, de su cargo de director de la Caisse des Depots et Consignations. La dimisión está vinculada al caso de la compra venta de derechos de explotación del petróleo senegalés, una de cuyas consecuencias sería la indemnización a la que Senegal tendría que hacer frente, a favor de un oscuro empresario rumano, Frank Timis, especializado en el mercado de materias primas. La broma le puede salir al país subsahariano por unos 12.000 millones de dólares, y ha provocado la movilización ciudadana y una amenaza seria para la continuidad del gobierno. En esa historia de corrupción y despotismo, instalada sobre el expolio de recursos naturales y la emisión de más gases de efecto invernadero (miren el termómetro), la gloriosa aportación del sector privado español es haber fundado el Banco de Dakar, de la mano de Alberto Alcocer y Alberto Cortina, los Albertos para los amigos y las revistas del corazón. Nuestra és la pieza clave del entramado financiero que, por lo pronto, ya ha conseguido eludir un mínimo de 180 millones de dólares en concepto de impuestos en el país, según algunas fuentes.
La verdad es que con ese calor y con menos 800 dólares en el bolsillo (lo que le tocaría a cada senegalés/sa de deuda), no dan muchas ganas de partirse el lomo en el arrozal, es peor que el castigo que le impusieron a Sísifo. Está bien, no hay que generalizar, pero el ejemplo sirve para visualizar los efectos que puede tener la combinación de cierto sector privado despiadado y un estado de cleptocracia, al cual no osa toser una Europa cautiva de sus temores. Si leen el párrafo referido a Guinea Ecuatorial en el III Plan África, llega a ser vergonzosa la nula exigencia de un cambio democrático y la poca implicación que se intuye entre el servicio exterior expañol. Planteamiento alineado con la Unión Europea, en la cual la extrema derecha ha marcado claramente la necesidad de llevar la gestión de nuestras fronteras hasta el Sahel, y ya de paso asegurarse el flujo ascendente de todo lo necesario para seguir consumiendo. Volver a las recetas militares para buscar la paz en la región, sin emplearse a fondo en construir estados de derecho es negligente y peligroso, cuando menos.
Sería desable que esta vez nuestros planes como país empiecen por rescatar la dignidad de tantos pueblos y personas, no solamente considerarlo algo políticamente correcto y business friendly. Hacen falta muchas inversiones, muchos puestos de trabajo, evidentemente, pero no reproduciendo y perpetuando en la última frontera del capitalismo los errores que nos han llevado hasta la situación límite en la que vivimos y que nadie parece querer ver. Podemos creer a los profetas del odio que viven de nuestro miedo, y pensar que será una oleada de pateras la que tomará al asalto Europa. Pero es el aire que compartimos con todos esos africanos y africanas el que quizás nos ahogue, si antes no ponemos remedio. Summer is coming.