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Salud mental
Respetar nuestro ritmo
Estigmatizar la terapia no es donde deberíamos poner el foco, si no que deberíamos replantearnos: ¿quiénes la utilizan?, ¿de qué forma es utilizada?, ¿cómo se utiliza?, ¿para qué se utiliza?
Tal como comenta María Zapata, “el debate está servido” en su artículo El ring del malestar: terapia versus política. Es por ello que siento la necesidad de seguir escribiendo sobre esto, ya que hay puntos o miradas que no comparto o que se observan desde “el afuera” de la terapia. Por otra parte, se sitúa con críticas interesantes hacia esta nueva vertiente de la terapeutización, pero para mi forma de entender, está el enfoque desenfocado.
La terapia, en sí misma, es una herramienta como la educación, el teatro de los oprimidos o como las otras mil cosas que existen. Cada herramienta sirve para cosas diversas. Todas las herramientas, se usan en momentos concretos y son encarnadas mediante un sujeto. Este sujeto no se escapa del entorno en el que vive, este sujeto encarna el capitalismo, el racismo, el patriarcado, etcétera. Por ello, cuanto más consciente sea un sujeto de esto, menos exclave será de utilizar la herramienta “a favor del amo”, tal como Audre Lorde ya afirmaba. Este proceso, en sí mismo, es político y “el darse cuenta” se realiza a través de la politización, desde la inmersión en los diversos colectivos. Por ello, el ser un sujeto politizado o no, es clave en la calidad del uso de las diferentes herramientas.
La terapia se centra en el individuo, sí y no. La terapia trabaja desde lo que el individuo trae, sin juzgar, se acoge y se desarrolla. A partir de aquí, se crea insights el ser consciente de cómo funcionas en el mundo, para que después en tu mundo real lo pongas en práctica. El hablar de emociones no es propiedad de la terapia y esta analogía es dañina para la misma, ya que no es una bolsa en la que vomitas y te vas, sino que es un espacio de elaboración y construcción, no solo emocional. Al igual que no debería ser ninguna relación, siendo la clave la construcción desde el estar juntas, de esto se trata estar en relación/es, ya sean terapéuticas o no. Estamos hablando de otras cuestiones, que tienen que ver más con nuestros comportamientos sociales narcisistas-capitalistas.
El capitalismo realiza una alianza con nuestra pulsión de “llenar la falta de” innata buscando la “plusvalía” en el “afuera” de forma continua, reforzado y alimentado por todos nuestros sistemas relacionales, educacionales, sanitarios, etcétera. y así hace que nos vivenciamos en esta encrucijada sin salida, convirtiéndonos en sujetos narcisistas.
Yo pondría más el foco en que el problema está en la creación de sujetos narcisistas y no en la expresión de terapeutización
Por otro lado, seguimos remarcando el paradigma cartesiano, mente-cuerpo, y con el concepto, emoción, como si fuera que nuestro cuerpo fuera solo emoción. Nuestro cuerpo habita todos los lenguajes y sistemas existentes. Por ello, el pensarnos como emoción-cuerpo sigue siendo una forma de desposeernos de nuestro cuerpo y a su vez, inactivándonos del complejo sistema, denominado cuerpo, tanto individual como colectivo.
Me ha encantado la expresión de terapia ortopédica. Y sí, hay una fase que justamente trabaja en la disfunción, en el profundo malestar de la persona, son las fases iniciales de una terapia. ¿Cómo vamos a hablar de política de malestar si muchas veces no sabemos ni lo que nos pasa? Lo pasamos por el cuerpo y de allí al pensamiento del individuo, pudiendo desplazarlo a la dimensión colectiva, compartiéndolo, creándolo, repensándolo y sintiéndolo. A su vez, este proceso es redireccional, del colectivo al individuo, creando una danza de ida y retorno continuo.
El romantizar la terapia como romantizar el colectivo para mí es, igual de problemático, las dos cosas tienen sus límites y ninguna de las dos desplaza a la otra. No seamos monógamos metodológicos. Pienso que todo viene de un histórico activista, por la división cartesiana, euroblanca mente-cuerpo, en la que el lenguaje de la razón era lo primordial, y esto era lo que se debía hablar en nuestros espacios colectivos y todo el mundo, tenía que venirse llorado de casa. Ahora, como todo proceso, hemos pasado al otro polo, al importante son las emociones y tenemos que hablar todo lo que nos pasa. Convirtiéndose así los colectivos en disfuncionales de acción. Como estamos viendo, ni un polo, ni el otro, ni solo pensamiento, ni solo emoción, al igual que el individuo en terapia, va aprendiendo a comprenderse y habitarse como un conjunto de lenguajes, el mismo proceso debe de entenderse para el colectivo. Conocer el conjunto de estos diversos lenguajes y las conexiones entre ellos en el encuentro de individuo-colectivo, esto es para mí una diversidad encarnada, y por ello es necesario entender cómo funcionamos a nivel cuerpo individual, y a su vez, percibir-conocer al de los otros y otras y el del colectivo.
La otra cuestión es que, al haber reprimido tanto tiempo el lenguaje de las emociones, o imperando que lo importante era el colectivo, hemos pasado a no entender y estamos en el proceso de comprender individuo-colectivo y razón-emoción, y al igual que estaremos, con otras complejidades que están por emerger desde las dimensiones cuerpo individual-cuerpo colectivo.
Me gusta mucho entender las cosas como proceso, ya que, el cuerpo individual y el cuerpo colectivo no es una dicotomía en sí misma, sino una construcción conjunta y no existe uno sin el otro. Por ello, yo pondría más el foco en que el problema está en la creación de sujetos narcisistas y no en la expresión de terapeutización. Al final es una sumatoria, arrastrada por los patrones sociales de siglos mezclado con la concepción moderna de sujeto, teñido de narcisismo.
Por tanto, estigmatizar una herramienta u otra, en este caso la terapia, no es donde deberíamos poner el foco, si no que deberíamos replantearnos, tanto si damos como recibimos: ¿quiénes las utilizan?, ¿de qué forma son utilizadas?, ¿cómo se utilizan? Y ¿para qué se utilizan?
Con todo esto, creo que para comprendernos de esta forma compleja, necesitamos respetar nuestro ritmo (tanto individual como colectivo) e ir intuyendo que diferentes herramientas son precisas en cada momento para nuestro espacio vital e ir construyendo (la no normalidad) y deconstruyendo (la normalidad).