Feminismos
“Aunque somos diferentes vivimos los mismos dolores”

El Tercer Encuentro de Mujeres del Congreso Nacional Indígena reunió a 96 mujeres indígenas y mestizas integrantes provenientes de diversos pueblos originarios de México. La activista Alejandra Jiménez, delegada por el pueblo Totonaco de Totonacapan, reflexiona sobre este espacio de discusión y lucha.
 Tercer Encuentro de Mujeres del Congreso Nacional Indígena
Tercer Encuentro de Mujeres del Congreso Nacional Indígena. Fotografía: Alejandra Jimén
19 mar 2021 10:10

Con el 8M en la memoria reciente, recogemos estas reflexiones de la activista Alejandra Jiménez, delegada por el pueblo Totonaco de Totonacapan, sobre el pasado Tercer Encuentro de Mujeres del Congreso Nacional Indígena (CNI) que tuvo lugar los días 6 y 7 de marzo. En éste se dieron cita 96 mujeres indígenas y mestizas integrantes del CNI provenientes de diversos pueblos originarios de México en el edificio que alojaba al Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) de Ciudad de México, ahora tomado por la comunidad indígena Otomí, para trabajar alrededor de tres ejes: mujeres y territorio, resistencias y autonomía, y lucha contra el patriarcado.

El CNI se constituyó en 1996 como espacio de encuentro, reflexión y solidaridad de los pueblos originarios con el objetivo de fortalecer las luchas de resistencia y rebeldía con sus propias formas de organización y toma de decisiones. Las mujeres del CNI se reunieron por primera vez tras el Primer Encuentro de Mujeres que Luchan convocado por las Zapatistas en marzo del 2018 para dar continuidad al acuerdo que establecieron entonces de “seguir vivas y luchado”, y una segunda vez el año siguiente, en el que también se celebró el Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan en el caracol zapatista de Morelia, con la participación de más de 4.000 mujeres de 49 países.

¿Por qué y cómo surge la idea de convocar encuentros entre las mujeres integradas en el CNI?
Son las hermanas Zapatistas quienes han mostrado el camino, ya con la Ley Revolucionaria de Mujeres (1993), de que tenemos las mismas posibilidades y derechos de luchar al igual que los hombres, de ocupar los mismos cargos, de tener las mismas funciones. Desde sus inicios el Zapatismo ha sido muy claro en que en esta lucha teníamos que ir a la par hombres y mujeres.

Por otra parte al CNI se nos dio la posibilidad de ir a nuestro propio ritmo y creo que es por ello que es apenas hace unos años que empezamos a trabajar de forma más fuerte el tema de las violencias que vivimos las mujeres indígenas. Era una reflexión pendiente y es a partir del nombramiento de Marichuy como vocera del Concejo Indígena de Gobierno (CIJ) que se realiza el primer encuentro para fortalecer nuestras voces y trabajar los patriarcados que también habitan dentro del CNI, para reconocerlos y poder actuar contra el patriarcado presente en nuestras comunidades. Luego las zapatistas nos han convocado en dos ediciones al Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, en un llamado para reunirnos y escucharlas a ellas, pero sobretodo ellas escucharnos y conocer la experiencia de la diversidad de luchas que hay en el interior del movimiento de mujeres.

¿Cuál ha sido el propósito de realizar el tercer encuentro del CNI los días 6 y 7 de marzo, previos al Día de la Mujer?
En este momento se ha convertido en un día de lucha para todas las mujeres, sin importar si son o no feministas, para visibilizar nuestras exigencias por nuestra libertad, nuestra seguridad, y por la vida. Son justo éstas las palabras que retomamos a las compañeras Zapatistas, las del compromiso por mantenernos vivas. La fecha cercana al 8 de marzo no fue fortuita sino que tenía la intención, dentro del contexto de la lucha de las mujeres, de decir que también las mujeres indígenas estamos luchando, también nos reconocemos como violentadas por este sistema patriarcal y muchas veces más violentadas que otras mujeres. Que también tenenos una voz y también nos estamos organizando.

“Las mujeres indígenas estamos luchando, también nos reconocemos como violentadas por este sistema patriarcal, también tenenos una voz y también nos estamos organizando”

¿Crees que el término de feministas os convoca, o se trata de un concepto más bien occidental y hay una forma distinta de definirse como mujeres que luchan?
Definitivamente que las mujeres del CNI en lo general no nos definimos como feministas. Tal vez en lo particular algunas de nosotras sí lo hagamos, pero como una postura muy personal. Nos asumimos como mujeres indígenas que hemos vivido la violencia patriarcal, colonial y capitalista, y desde ahí nos reconocemos. Aunque las Zapatistas hayan hecho esta reflexión de los derechos de las mujeres, en el interior del CNI estamos iniciando un proceso de reflexión de cómo hemos sido atravesadas por estas violencias. Pero definitivamente no nos asumimos como feministas, eso es muy cierto. En parte por lo que dices, porque el feminismo se entiende como una corriente que nace en occidente, en búsqueda de derechos mas individuales a veces, y nosotras nos entendemos colectivamente sí o sí.

El CNI comprende una enorme diversidad de identidades entre naciones, pueblos y tribus originarios, afrodescendientes y mestizos. ¿Cómo trabajar y confluir desde las distintas realidades y diferencias que viven las mujeres?
En este momento la mayor parte de los territorios indígenas estamos enfrentando una lucha contra proyectos de exterminio que buscan extraer los recursos naturales que hemos conservado y que ahora son ambicionados por las transnacionales y las grandes corporaciones que desean explotar nuestros minerales, nuestra agua, nuestro bosque.... y finalmente despojarnos de nuestros territorios, cosa que no se vive de igual forma en las ciudades. Aunque somos diversas en el interior del CNI (diferentes pueblos, diferentes lenguas, cosmovisiones, formas de comer...) nos reconocemos a partir de una serie de dolores y formas de responder a esos dolores y agresiones que hemos vivido como pueblos indígenas. Y eso nos hace muy diferentes de los pueblos mestizos y a las lógicas de ciudad.

En este encuentro donde participaron algunas invitadas y medios libres era muy clara la forma distinta de ver las cosas de las compañeras de ciudad a la de las compañeras de los pueblos originarios. Porque al final, como pueblos indígenas originarios, nos ha tocado vivir los despojos de nuestros territorios, mucha discriminación y mucho desprecio. De todos modos las mujeres del CNI más bien vemos que todas las mujeres hemos sido violentadas por el mismo sistema capitalista, pero también patriarcal, en donde ambos son cómplices y casi que son lo mismo.

¿Cómo se entiende el patriarcado según las mujeres del CNI y cuáles son las alternativas que se han trabajado desde el primer encuentro hasta éste último?
Al encontrarnos entre mujeres fuimos identificando que vivíamos una violencia muy específica como mujeres y que esta violencia específica viene del patriarcado, un tipo de relación en donde los hombres son considerados más valiosos que las mujeres y por lo tanto tienen derecho a violentarnos, a controlarnos y a despreciarnos. Y nos ha llevado a identificar que el patriarcado es un modelo de explotación y violencia que nos somete y que se ha fortalecido al construir y unirse a estructuras como el capitalismo, el Estado y la misma iglesia. Y así poder ejercerse para controlarnos y despreciarnos, y matarnos y explotarnos igual que a la Tierra.

Nuestra forma de responder ha sido siempre organizarnos como pueblos originarios. Empezamos a trabajar recientemente esos patrones machistas, como con un primer taller que se hizo en 2019 con compañeros de una compañía de payasos para reflexionar de forma lúdica y dinámica sobre el patriarcado, que es una palabra que no se ocupa en nuestras comunidades y no siempre es visible. Y a partir de ejemplos cotidianos vemos que las compañeras ya empiezan a identificar claramente cómo han vivido el patriarcado dentro de sus familias, no sólo por parte de sus parejas sino también por parte de sus padres y sus hermanos. Si cuando eran niñas su padre dijo que no debía de estudiar y no tuvieron esa posibilidad, o cómo su madre las obligó a cocinar o a echar tortilla para toda la familia porque era su obligación como mujer, o cómo las llegan a casar porque es su obligación como mujer casarse y tener familia. Empezamos a identificar en nuestra vida cotidiana las situaciones de violencia patriarcal que vivimos y se identifican muchísimas, sí que es algo que esta presente en nuestras vidas cotidianas.

Se entiende que vuestra lucha contra el patriarcado parte de un análisis que no enmarca sólo la opresión de las mujeres, sino de los hombres también como pueblos originarios.
Sin duda identificamos actitudes machistas que han permanecido, pero que muchas veces no son precisamente parte de nuestro ser indígena sino que con la colonia fueron impuestas y adoptadas por nuestras comunidades. En este tercer encuentro fue interesante reconocer que nosotras como mujeres también llegamos a ejercer violencia, y es importante reconocerlas y entender cual es la raíz para no ejercerlas nunca más. Desafortunadamente, encontramos que la raíz es una matriz patriarcal que nos ha enseñado a desquitar nuestro enojo y nuestra frustración en los más indefensos, ya sean en otras compañeras o en nuestros hijos incluso.

Se acordó entonces continuar trabajando en el interior de nuestras comunidades y del mismo CNI, pero no sólo nosotras; sino que es muy importante que los compañeros también entiendan el patriarcado y puedan identificar cómo ellos también han sido violentados y cómo ejercen violencia patriarcal. Nuestros compañeros que descargan la violencia que ellos viven hacia nosotras también son violentados y despojados por este sistema sin ser conscientes de que vivimos ambos en un sistema de mucha violencia que nos empuja y nos hace normalizar el ejercicio de la violencia.

Prevalece siempre la comunidad en el camino a luchar contra estas violencias.
Definitivamente, reconocemos que una forma de violentarnos y destruir nuestro ser indígena fue destruyendo nuestro sentido de colectividad y de comunidad de muchas formas, individualizando los problemas y las responsabilidades. Este problema patriarcal no lo podemos entender sólo en lo individual sino que tenemos que atenderlo de forma colectiva. Por eso nuestro trabajo en el CNI es no solo hacia las mujeres sino también se trabaja el patriarcado en los espacios amplios de asamblea con los compañeros.

“Reconocemos que una forma de violentarnos y destruir nuestro ser indígena fue destruyendo nuestro sentido de colectividad y de comunidad de muchas formas, individualizando los problemas y las responsabilidades”

Y por otra parte, continuar fortaleciendo nuestras redes, no sólo dentro del CNI sino también hacia afuera con otras mujeres tanto mestizas como campesinas y urbanas. Porque reconocemos que así como somos nosotras violentadas en nuestros territorios, también hay compañeras en otros lugares que también sufren esa misma violencia y es importante que tendamos estas redes de apoyo. Tanto por ellas como por nosotras, porque al final estamos en una misma lucha, el enemigo es el mismo. Una reflexión del encuentro fue precisamente que tenemos que reconocer que el enemigo no está entre nosotros, no es la otra compañera, no son nuestros compañeros: el enemigo es el sistema patriarcal y capitalista. Y a ese enemigo lo tenemos que enfrentar juntas y juntos, y no basta con que seamos los pueblos indígenas de México y Abya Yala sino que tenemos que hacer red mas allá del continente.

En este sentido se enmarca la propuesta de los y las Zapatistas de recorrer los cinco continentes como anunciaba en enero la primera parte de Una declaración por la vida, en un recorrido que llegará a Madrid el 13 de agosto. ¿Serán mayoría las mujeres en esta delegación?
La propuesta es que sea una delegación compuesta mayoritariamente por mujeres del CN-CIJ y que seamos las que llevemos la palabra y quienes también estemos a la escucha de quienes visitaremos en los otros continentes, para fortalecer nuestra alianza en contra de este sistema patriarcal y capitalista.

En este momento es muy claro que nuestra apuesta como pueblos originarios y como parte del Zapatismo es que reconocemos que las mujeres somos una parte fundamental para enfrentar este sistema: somos las que hemos protegido que nuestras comunidades permanezcan, que nuestra cultura continúe, que nuestros recursos continúen, como principales cuidadoras de la tierra, de nuestras familiar, de la lengua, de la cosmovisión. Eso muestra que por excelencia tenemos otra forma distinta de mirar la vida y nuestra apuesta como mujeres claramente siempre ha sido por la vida. Y no sólo la de las mujeres, sino también la lucha de los pueblos originarios es por la vida, algo muy distinto a la visión occidental, a la visión urbana.

Precisamente me comentabas que en vuestro tercer encuentro se pudieron observar estas diferentes formas de ver las cosas y me gustaría que me lo ejemplificaras.
Sí hay una forma distinta de ver los problemas en la ciudad o nosotros como pueblos originarios. De entrada con el tipo de relación que establecemos los pueblos y los campesinos con la Tierra: para nosotros la Tierra es parte de nuestra vida cotidiana, es parte de nuestro ser, es la que nos da la vida. Digamos que es imposible imaginar vender la tierra o establecer una relación vertical con ella porque nos asumimos igual que ella, asumimos que sin ella nuestra vida no seria posible. Y creo que en la ciudad es distinto, se ve más que nada como la defensa de los bienes comunes y no del territorio, desde un punto de vista instrumental.

Entonces sí preocupan los proyectos extractivos porque deterioran estos bienes comunes y eso implica un deterioro también de la vida en las ciudades, pero no por esta relación más espiritual que tenemos en las cosmovisiones originarias. Me parece que para nosotros es una visión espiritual de comunión de nosotros con la Tierra y para la gente de ciudad no creo que la haya, sino que es más frecuente la visión instrumental y también individual. Entonces se inician estas luchas por una afectación a un derecho principalmente individual y muchas veces no se ve la afectación colectiva.

¿En relación a la visita a otros los continentes, cómo crees que se tejen alianzas partiendo de estas distintas visiones?
Híjole! Creo que sí que es un poco complicado el ir tejiendo esas redes, estas alianzas, pero creo que al final el punto de encuentro son los dolores que vivimos, como bien lo decían los compas Zapatistas en su comunicado. Vivimos los de abajo los mismos dolores en todo el mundo por este sistema capitalista patriarcal y creo que ése es el idioma en común, lo que nos va a permitir establecer estas alianzas y poder entender que vivimos estas mismas opresiones, estas mismas violencias, y que solamente unidos entre los que las vivimos, que somos miles, vamos a poder liberarnos de este sistema y poder acabarlo. Creo que es desde ahí, desde nuestros puntos de encuentro. Pero también reconociendo que somos diferentes: no tendría sentido pensar que somos iguales, y creo que reconocer estas diferencias nos da chance al diálogo y nos da chance a poder tejer alianzas porque aunque somos diferentes vivimos los mismos dolores. Y eso es lo que, siento yo, nos puede ir hermanando y puede ir tejiendo en común y en colectivo.

“Parecieran avances menores a la luz de las compañeras occidentales o de la gente de la ciudad, pero para nosotras son avances muy importantes: el poder reconocer estas violencias y a partir de su reconocimiento poder enfrentarlas nos ofrece una situación muy distinta”

En estos escasos cuatro años desde el primer encuentro de mujeres indígenas, ¿cuáles son algunos avances visibles que muestren ya una diferencia entre el presente y el pasado?
¿Avances? ¡Muchísimos! De entrada el que nos reunamos como mujeres creo que es un avance muy importante. Que sea una mujer la vocera del CNI-CIG, que hayamos logrado que el CIG esté formado por un concejal y una concejala, son también avances muy importantes. Que uno de los principales acuerdos sea que llevemos toda esa información y que la practiquemos en nuestras comunidades es un avance muy, muy trascendente. El hecho de que ahora tengamos estos espacios de encuentro de mujeres implica que compañeras indígenas salgan de su comunidad para encontrarse con otras mujeres, lo cual es un enorme avance. Que nos animemos a tomar la palabra es un avance inmenso, porque eso crea precedente para las más jóvenes y las pequeñas de que sí se puede, de que tenemos la misma posibilidad y las mismas capacidades que los hombres para hacerlo.

Parecieran avances menores a la luz de las compañeras occidentales o de la gente de la ciudad, pero para nosotras son avances muy importantes: el poder reconocer estas violencias y a partir de su reconocimiento poder enfrentarlas nos ofrece una situación muy distinta. Y, finalmente, las compañeras Otomíes de Ciudad de México nos han dado una enorme lección con la toma de la INPI, que nos habla de su valentía y de su fuerza. Son un ejemplo de resistencia y rebeldía no sólo para los pueblos originarios sino para todo el país. ¿Cuántos colectivos han tomado instalaciones del gobierno para exigir el cumplimiento de sus derechos y se han mantenido tantos meses?

El Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) fue tomado indefinidamente por la comunidad otomí el 12 de octubre del 2020 para exigir su derecho a una vivienda digna tras años de ser reprimidas y desoídas sus demandas. Vosotras lo elegisteis como lugar de encuentro, ¿es significativo en cuanto a visibilizar lo vacío del compromiso para con los pueblos originarios del actual gobierno?
Claro, porque uno de sus principales eslóganes era que era el gobierno para los pobres, y lo que vemos es que no, que a lo mejor para los pobres de Morena nada más. Se dice un gobierno de paridad pero no nos está mirando al movimiento de mujeres. El hecho de que las compañeras ya tengan cuatro meses con la toma de estas instalaciones es una muestra de la incapacidad del gobierno para dialogar, para tomar acuerdos y para realmente actuar en favor de los pobres, de los pueblos indígenas y de las mujeres.

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