Europa
El colapso europeo

Este es el título de un capítulo del recomendable libro de Franco Berardi, La sublevación (1). La lectura de este capítulo no puede ser más oportuna en este momento en el que estamos a las puertas de unas elecciones europeas. No se me pasaría por la cabeza recomendar a nadie el voto, ni en estas ni en ninguna elección, puesto que yo soy partidaria de la abstención excepto en contadísimas ocasiones (no ha sido el caso de las últimas elecciones generales).

Elecciones europeas
19 may 2019 23:37

Por tanto, esto pretende ser una reflexión al hilo de la lectura del libro de Bifo que simplemente coincide con unas elecciones europeas. Bifo se mueve en el ámbito de la Autonomía Obrera, en el que yo nací a la política cuando tenía 18 años. Habiendo muchos puntos de contacto con el anarquismo, Autonomía Obrera tiene una base marxista crítica y consejista, que hace mucho tiempo que no es la mía. Pese a ello, firmaría ahora mismo su manera de entender el concepto de autonomía: capacidad de la sociedad para crear formas de vida independientes al dominio del capital. Supone transformar la vida cotidiana, es decir, crear espacios liberados donde logren circular formas de pensamiento y acción que se sustraigan a la ganancia capitalista (p. 17).

¿Y por qué «colapso europeo»? Porque tenemos que considerar la eventualidad de que el capitalismo haya impregnado ya tan profundamente cada dimensión física e imaginaria del mundo que su caída lleve al final de nuestra propia civilización (pp. 42-43). Esto no sucede solo en Europa, naturalmente, la situación de colapso es mundial, es el planeta el que corre peligro de colapso; en el mundo del capitalismo financiero existe una abstracción depredadora terminal muy real.

En ese mundo del capitalismo financiero, la acumulación ya no pasa a través de la producción de bienes, sino que va directamente hacia su finalidad monetaria al extraer valor de la mera circulación del dinero, de la virtualización de la vida y del intelecto. La espiral simbólica de la financierización está absorbiendo y engullendo el mundo de los objetos físicos, de las habilidades concretas y del conocimiento (p. 40).

La hiperabstracción digital-financiera está liquidando el cuerpo viviente del planeta y el cuerpo social de la comunidad de trabajadores/as. Despojó a los parlamentos de su autoridad efectiva y así destituyó la democracia en la UE reemplazándola por la gestión financiera encabezada por los grandes bancos (pp. 71-72). Si esto no fuera suficiente, se canceló la democracia cuando sus rituales pusieron en peligro la ejecución de los planes de austeridad destinados a restaurar la perfección matemática de la vida en sociedad y el pago de la deuda infinita que debemos a los bancos, así sucedió en Grecia.

¿Podemos creer a los partidos políticos cuando nos cantan la música de lo importante que es votar aquí o allí sin que nos expliquen la realidad en la que vivimos dentro de la UE?

No esperéis de mi un discurso anti-UE, la alternativa es aún peor, la alternativa son los partidos nacionalistas (por ejemplo, los catalanes tan creídos de sus virtudes democráticas), la violencia y una nueva guerra civil europea interétnica. La identidad nacional, que se sobrepone a las demás identidades que todas las personas tenemos, es una palabra peligrosa, ya la hemos vivido en Europa, pese a ello hoy vuelve a nuestras puertas y, como entonces, no somos capaces de ver el peligro en nuestra casa (nacionalismo catalán, español o vasco) salvo en lo más obvio (VOX).

La ideología neoliberal pretende liberar la actividad social de cualquier regulación, excepto de las del dinero y el reinado de la competitividad, las más feroces de todas. La desterrioralización global del capitalismo financiero ha esparcido la precariedad, la fragilidad psíquica y la insolidaridad.

La violencia fría y abstracta de la dictadura financiera desterrioralizada prepara la reterritorialización violenta del cuerpo reactivo de la sociedad europea: nación, raza, limpieza étnica y fundamentalismo religioso reaparecen en el escenario (p. 51). Los fanáticos del fundamentalismo económico están enfrentando a los trabajadores/as entre sí. En sus implacables esfuerzos por transferir fondos y recursos de la sociedad a la clase financiera, los ideólogos neoliberales nunca han dudado en usar la manipulación y el engaño que los medios de comunicación convierten en «conocimiento público» (p. 62).

¿Soy alarmista? No lo creo, en todo caso deberíamos reflexionar y no dejarnos llevar por el miedo que potencian los gobiernos para conducirnos a votar en una determinada dirección.

¿Alguien cree que la socialdemocracia plantea algún problema al avance del neoliberalismo?

Es penoso ver la campaña tan intensa que nos ha conducido a pensar que el PSOE es de izquierdas cuando la realidad de lo hecho aquí (recordemos cómo modificó la Constitución para pagar a los bancos por delante de cualquier otra necesidad social) y allí (su política en la UE ha asentado el papel del capital financiero) nos demuestra lo contrario y por un momento lo vimos claro en la ocupación de las plazas del movimiento 15 M (en 2011).

Gana el PSOE y sube la bolsa ¿eso no alerta a los bienintencionados/as votantes que están contentos porque han parado el avance de VOX? Me parece que quien controla las finanzas (poder económico y político) establece una forma de totalitarismo frío (sometimiento pacífico de la población europea a una esclavitud matemática limpia, tersa, perfecta) mientras preparan las condiciones de una reacción fascista masiva y ardiente. Poca alegría deberíamos tener quienes deseamos buscar formas de enfrentamiento y resistencia ante lo que se nos viene encima.

¿Son posibles los movimientos de resistencia? La respuesta es sí.

Donde hay poder hay resistencia al poder. Estos movimientos deberían repudiar la deuda y las medidas que la provocan y alimentan, pero esto es peligroso porque abrirán las puertas al nacionalismo y la violencia. No podemos defender Europa como existe, pero la alternativa no es volver a los agresivos nacionalismos que existen ya en Europa. Los movimientos deberían volver a articular el discurso europeo a través de la solidaridad social, el igualitarismo, el abandono del hiperconsumismo, la reducción del tiempo de trabajo, la expropiación de los conglomerados capitalistas, la cancelación de la deuda y la abolición de las fronteras hacia la construcción de una política post-territorial (pp. 69-70, 85).

Habrá insurrecciones, ya las hay (el movimiento de los chalecos amarillos es un ejemplo reciente), a menudo marcadas por el racismo y la violencia autodestructiva, efectos del largo proceso de erosión de la solidaridad. La violencia patológica es solo la manifestación de la impotencia, pero es difícil construir la solidaridad ahora que el trabajo se ha transformado en células de tiempo dispersas y recombinantes.

Las insurrecciones europeas deberían ser las insurrecciones de la lentitud, la renuncia y la extenuación. Será el proceso por el cual cuerpo y alma colectivos se volverán autónomos, lejos de la explotación de la velocidad y la competencia. El camino sería la redistribución de riquezas y recursos que abriera las fronteras europeas a las multitudes que vienen de África y América del Sur, e implicara una reducción en el modo de vida occidental (el no-crecimiento).

Quien piense en votar, en cumplir con su «obligación como ciudadano/a» de la que algunas personas nos sentimos desligadas, que piense en esta afirmación de Bifo que comparto: El neoliberalismo es la forma más perfecta de fascismo. La competencia es la ocultación de una máquina de guerra en cada nicho de la vida diaria: el reino de la competencia es la perfección del fascismo (p. 123).

(1)Franco Berardi, Bifo (2014): La sublevación. México, Surplus.

Archivado en: Elecciones Europa
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