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Fascismo
El fetichismo de las urnas (IV)
Con la subida de Hitler al poder se asiste al establecimiento progresivo de la hegemonía política del gran capital y consiguientemente a un ajuste entre hegemonía política y dominación económica. Empero, en la primera etapa del fascismo en Alemania, al igual que en Italia, es la pequeña burguesía la que se verá representada políticamente en las altas esferas del poder debido a su peso específico como clase social en la estructura del partido. Pari passu, en esta fase inicial, se procedió a la disolución, -a diferencia de Italia, que será algo más lento-, de todas las organizaciones políticas y a la exclusión de las personalidades del aparato del Estado ajenas a la línea del Führer. A lo interno, en la Noche de los Cuchillos Largos, el 30 de junio de 1934, se depura definitivamente a la “izquierda anticapitalista”, con E. Röhm, jefe de las SA y G. Strasser a la cabeza.
Este proceso hacia la dictadura, que va de enero de 1933 hasta la Noche de los Cuchillos Largos en junio de 1934, no obstante, se intentó cubrir con un manto de legalidad, como también sucedió en Italia. El punto de inflexión estuvo en el incendio del edificio del Reichstag de Berlín el 28 de febrero de 1933. Aún hoy en día existen dudas sobre si fue un autoatentado nazi, para justificar el giro a la dictadura, un acto fortuito o una acción comunista. Sea como fuere, Hitler supo aprovechar el incidente y mandó a elaborar un decreto de suspensión de toda protección legal -que firmó el presidente Hindenburg- a la libertad de expresión, de reunión, de propiedad y personal que permitía detener a cualquier sospechoso de “terrorismo”. Comenzaba así la destrucción de los derechos del “hombre” y el “ciudadano”. Pocas semanas después, tras las elecciones del 5 de marzo, donde los nazis no consiguieron la tan ansiada mayoría, Hitler propuso una Ley de Habilitación para gobernar por decreto durante cuatro años consiguiendo el apoyo parlamentario de los dos tercios necesarios -los católicos y los nacionalistas de Hugenberg principalmente-. De esta forma, la dictadura fue blanqueada con la anuencia de la mayoría de grupos parlamentarios. A continuación, Hitler procedió a disolver todos los partidos políticos.
Una vez se estableció la dictadura y se destruyó a las organizaciones de izquierda y a los sindicatos, el nazismo se dedicó a arianizar a los alemanes usando la propaganda de Estado, la legislación racial, y el sistema educativo con el objetivo de iniciar una “revolución” cultural y biológica de la nación entendida como raza. Una “revolución” palingenésica, id est, regenerativa, que buscaba el renacimiento del mito de la nación-raza que supuestamente había caído en decadencia por la mezcla, el cosmopolitismo capitalista “judío” y la lucha de clases. Un mito nacional que no era nuevo, sino que venía puliéndose en Alemania desde hacía varias décadas. En este marco, el judío pasó a ser el enemigo número uno tanto interno como externo y había que expulsarlo literal y simbólicamente de la comunidad alemana, que no se ceñía exclusivamente al estado-nación. Así, las Leyes de Nuremberg del 15 de septiembre de 1935, prohibieron los matrimonios mixtos y privaron a los judíos de la nacionalidad alemana.
Estas ideas eugenésicas de la nación-raza estaban arraigadas en el cientificismo moderno desde fines del siglo XIX y tenían su origen en la Ilustración. El culto de la voluntad y la idea de que el hombre es la medida de todas las cosas es la base de la cultura moderna y Hitler lo que hizo fue llevarla a su extremo. En la concepción de Rousseau, verbigracia, sólo un dirigente de genio divino, el legislador, puede fundar el Estado en el que los hombres son libres, aunque sea por obligación, y puede determinar e interpretar cuál es la voluntad general del pueblo.
La mayoría de los investigadores concuerdan que el Holocausto fue un proceso gradual impulsado tanto por arriba como por abajo en el contexto de Estado dual. La primera fase fue la segregación (1933-38): se marcaba a los judíos y demás “enemigos”, se les separaba y se les privaba de sus derechos como ciudadanos. Esto se inició en la primavera de 1933 con acciones callejeras de militantes del partido. Las leyes de Nuremberg de 1935, elevaron la segregación a la condición de política de Estado. Tras la pausa de los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, volvió a estallar la violencia callejera el 9 de noviembre de 1938 en lo que se llamó la “Noche de los Cristales Rotos” atizada por el ministro de propaganda Goebbels.
La excusa fue el asesinato de un diplomático alemán en París por un joven judío polaco enfurecido por la expulsión de sus padres de Alemania. Los nazis quemaron centenares de sinagogas, destrozaron tiendas judías, deportaron a varios miles de judíos a campos de concentración y mataron varias decenas. Empezaba oficialmente el Holocausto y se daba pari passu inicio a la siguiente fase, esto es, la expulsión, previa identificación, primero en la Polonia ocupada a finales de 1939 y luego en el Reich en agosto de 1941. Todos los judíos tenían que llevar una estrella de David amarilla cosida en el pecho de su prenda más exterior. Tras la anexión de Austria en marzo de 1938, Adolf Eichmann ideó en Viena un sistema mediante el cual los judíos ricos, aterrorizados, pagaban por permisos de salida, obteniéndose el dinero que sirvió para organizar la expulsión de los demás.
La conquista de la mitad occidental de Polonia en septiembre de 1939 aportó más millones de judíos. El problema surgió cuando jefes locales nazis intentaron expulsar a sus judíos al territorio gobernado por otro. La situación se complicó con el proyecto de Himmler de reasentar a unos 500.000 alemanes étnicos de Europa oriental y del norte de Italia en tierras que habían estado ocupadas por los judíos y polacos expulsados. Estos movimientos demográficos produjeron un atasco de tráfico que llevó al envío de judíos a la colonia francesa de Madagascar. La tercera fase fue la aniquilación planificada. Hubo dos tipos de procesos que ayudan a explicar cómo se llegó a tomar esa decisión de exterminar a todos los judíos, incluyendo a mujeres y niños. Se trata de los ensayos generales y de las soluciones intermedias. Respecto a los ensayos generales primero vino la eutanasia de alemanes locos y enfermos incurables. El segundo ensayo fue el trabajo de las escuadras especiales de intervención encargadas de ejecutar a la élite política y cultural de los países invadidos (Polonia y la Unión Soviética). El tercero fue el asesinato de cientos de miles de prisioneros de guerra soviéticos.
Uno de los métodos usados para ello fue el insecticida Zyklon – B. En relación con las soluciones intermedias los administradores nazis recurrieron a los Ghetos, pero pronto se dieron cuenta de que estos eran una fuente de enfermedades. Otra fue el plan abortado de asentar judíos europeos en Madagascar, África Oriental, o dentro de Rusia. El fracaso de todas estas intentonas provocó que se abriera paso la “solución definitiva”: el exterminio. Las primeras ejecuciones en masa se hicieron mediante fusilamientos. Un proceso que era lento, y desagradable para los ejecutores. La búsqueda de técnicas de matanza más eficientes condujo a la construcción de furgonetas especialmente preparadas, Gaswagen, en las que se introducían los humos del tubo de escape. En la primavera de 1942 se adoptó una tecnología aún más expedita cuando se construyeron instalaciones de ejecución fijas en seis campamentos (Auschwitz, Chelmno, Treblinka, Sobidor, Majdanek y Belzec) en el antiguo territorio polaco, matando al 60% de todos los judíos durante la IIGM. Se usó monóxido de carbono y Zyklon –B.