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Ecologismo
Vivir peor que nuestros padres
La generación mejor preparada, más tolerante, viajada. Con más idiomas que las instrucciones de un microondas. Quienes han ampliado las fronteras de la imaginación familiar hacia sitios, ocupaciones y formas de convivencia desconocidas hasta entonces. O, también, la generación que se planta en los 30, que se planta en los 40, tirando del acumulado familiar, aprendiéndose las obligaciones del RETA o reciclando temarios de oposiciones de las colegas.
La crisis de 2008 rompió las aspiraciones de mejora social de los descendientes de unas clases que empezaron los 70 como populares y acabaron el siglo como medias. Casi 20 años después de esa ruptura, en reuniones de amigos, vueltas al hogar familiar y grupos de wasap se empieza a amasar esa sospecha: vivimos y vamos a vivir - tampoco queda tanto, a no engañarnos – peor que nuestros padres.
Azahara Palomeque, en el librito del mismo nombre editado por Anagrama, asume esta premisa de quien pertenece a la generación que es “un callo en al teleología del progreso”. Los análisis generacionales son problemáticos por cuanto que invitan a igualar en una misma situación a grupos que, de edad pareja, provienen de trayectorias e historias inasimilables. Se critican porque disuelven la conflictividad intrageneracional en un vínculo interclasista sazonado por algunas referencias culturales. Y, sin embargo, sigue siendo una variable fundamental en la manera de explicarnos nuestras vidas y un trampolín hacia distintas formas de politización, no todas ellas felices.
Al coquetear con el marco del vivir peor, el primer campo de efectos adquiere forma de renta y tiempo: ausencia de tiempo y de renta para la vida, la hipoteca o el alquiler. Si a sus 30, los boomers de US acumulaban un 21% de la riqueza nacional, los treintañeros contemporáneos apenas alcanzan un 4%. ¿Cómo ha podido formarse, aun así, el espejismo de una vida mejor?
El segundo campo de efectos del vivir peor es ambiental o del género propio del vivir. Vivir peor en 2023 atañe al respirar y al reproducirse. Es un campo de efectos fundamental porque obtura los atajos reaccionarios al malestar anterior. No se puede volver a quemar el mundo, ni el inmediato ni el que está al otro lado del globo, en el altar de ningún alto horno o de una nueva promoción urbanística.
Combinados, estos dos campos de efectos conforman un sujeto que, al tiempo que digiere esa idea de que vivirá peor que sus padres, hilvana nuevas formas de vida colectivas que pueden, con una mano, buscar mejores jugadas, mientras que, con la otra, barajan de nuevo las cartas. No es una tarea pequeña ni que deba asumirse en solitario, así que allá vamos.
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