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Nada mejor que escribir un artículo sobre nuestro derecho irrenunciable a las drogas que hacerlo en un estado alterado de conciencia. El estigma irracional que rodea actualmente el consumo de todas esas sustancias prohibidas con toda crudeza apenas desde los años 70 del siglo pasado hace necesarios ejercicios como éste de normalización, de reivindicación y de protesta, así pues: sí, cómplice lector, estás leyendo el artículo de un consumidor de marihuana ejerciendo precisamente en este momento esa condición.
No es necesario detallar aquí la absurda historia de cómo hemos llegado a la prohibición de tantísimas sustancias presentes en la naturaleza directamente aptas para el consumo, o más o menos procesadas con la intervención humana, tampoco es necesario detallar sus beneficios y peligros, ambas cosas están perfectamente tratadas en la monumental “Historia general de las drogas”, incluido su apéndice de análisis fenomenológico, de Antonio Escohotado, un libro capaz de salvarte la vida si has tenido la mala suerte de nacer en esta época de prohibición. Léalo cualquiera que tenga el más mínimo interés en conocer este tema o quiera asumir para sí la responsabilidad y la libertad del consumo de cualquiera de las sustancias que allí se analizan.
La normalización cannábica y los movimientos pro derechos sociales nos sitúan en una posición fantástica para conseguir la abolición del experimento prohibicionista que ya dura demasiado y que está teniendo efectos devastadores
Para un enfoque revolucionario en nuestro país sobre el derecho que todos tenemos al uso estrictamente personal y responsable de cualquier sustancia tenemos que hablar de su universalidad, esa su característica más importante actualmente: es necesariamente un derecho universal. Asistimos en los últimos tiempos a dos fenómenos que convergen, por un lado la paulatina normalización de la sustancia prohibida de mayor consumo mundial (la marihuana), y por otro las reivindicaciones que encuentran su vía de expresión en la desobediencia civil y pacífica, observémoslos.
La normalización del consumo de marihuna en nuestro país es un fenómeno imparable, lejos de analizar el camino que están tomando cada vez más estados precisamente del adalid de la prohibición (E.E.U.U.), la potente corriente pro legalización de países como Canadá o las experiencias de otros estados como Holanda o Uruguay, en España las autoridades no han sabido hacer otra cosa que redoblar el esfuerzo de las campañas desinformativas y la represión de los precarios clubes cannabicos. NADA CONSEGUIRÁN, un consumo responsable que evite el abuso no se puede lograr desde otro enfoque que no sea la verdad, sobre todo en adolescentes, un grupo de población especialmente proclive a no creer, e incluso revelarse contra las consignas de sus mayores y en el que el descubrimiento de la falsedad de cualquier información (como lo es por ejemplo casi toda la propaganda oficial relativa al consumo de cannabis) lleva inequívocamente a desoír cualquier consejo posterior que venga de la misma fuente. Así pues tanto para la marihuana como para cualquier otra sustancia la única vía para la normalización de su consumo antes y sobre todo después de su necesaria legalización es la información veraz sobre la fenomenología de su consumo: Efectos adversos y beneficiosos, posología adecuada según la edad y fines posibles/conocidos en su consumo.
Por otra parte en nuestro país asistimos desde la crisis de 2008 a potentes movimientos organizados de desobediencia civil con el fin de obtener conquistas, beneficios o libertades sociales. Estos movimientos, como todos sus antecedentes históricos, cumplen la característica de permear a toda la sociedad que reconoce en ellos una reclamación justa y necesaria a pesar de la legalidad presente en cada momento, y además son de carácter universal, es decir reivindican derechos, beneficios, libertades, etc, reclamables por cualquier persona en cualquier parte del mundo encarnando el principio categórico de kant. Pensemos en el movimiento pro derechos civiles en E.E.U.U. , el movimiento sufragista por el derecho al voto de las mujeres, los movimientos obreros y sus conquistas laborales, o incluso más actualmente el movimiento gay por una igualdad de derechos civiles…Estoy pensando en los movimientos como las PAH, los que reclaman una representatividad real y democrática del sistema político o las asociaciones populares para denunciar y perseguir la corrupción gubernativa (si alguno estaba pensando en incluir aquí la corriente nacionalista de acción y de reacción que asola nuestro país siento decepcionarle, es todo lo contrario a un movimiento transversal y universalista), junto a todos ellos están también los movimientos pro legalización de las drogas.
La normalización del consumo de marihuana en nuestro país es un fenómeno imparable
La convergencia de estos dos fenómenos, la normalización cannábica y los movimientos pro derechos sociales nos sitúan en una posición fantástica para conseguir la abolición del experimento prohibicionista que ya dura demasiado y que está teniendo efectos devastadores. Creo sinceramente que la lucha para reclamar nuestro derecho como individuos a usar cualquier tipo de sustancia que afecte a nuestro estado de ánimo o de conciencia, según nuestro mejor entender y con una seguridad razonable, es una de las reclamaciones más importantes en los tiempos venideros: no sólo es necesario bajo un elemental criterio libertario, es necesario para empezar a enderezar los desastres ocasionados por la prohibición, el primero y más importante el narcotráfico, que en la actualidad no sólo amenaza la salud de los individuos si no la misma existencia de estados enteros, y lo digo como padre de tres niños pequeños, como trabajador, como consumidor y como ciudadano responsable.
Texto: Tin Morín | Ilustración: SrPotatus