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Desigualdad
Suministro de cadenas
El sistema se adapta rápido, es hábil absorbiendo luchas y neutralizando alternativas. Periódicamente se ajustan sus piezas, pero no se cuestiona el diseño. ¿Qué pasa entonces si no queremos fabricar un producto o un proyecto de vida estandarizado?
En las relaciones económicas, como en las personales, depender de alguien significa ser vulnerable. Desarrollar un modelo de consumo o de vida sobre un elemento ajeno a uno mismo nos expone al colapso de su desaparición repentina. Si se rompe el vínculo se interrumpe el intercambio de afectos y materias primas. Y con él, la cadena de suministros que permite fabricar un producto o un proyecto de vida estandarizado.
La pandemia detuvo esa cadena y nos mostró dos abismos del capitalismo global: que no podemos frenarlo de golpe porque descarrila y vamos en los vagones; y que la escasez de recursos nos llevará de vuelta a un estado anterior al comercio: la autosuficiencia o la guerra. Quienes llevan décadas alertando sobre ello prefieren hablar de recursos limitados o finitos, porque la escasez no depende solo de la disponibilidad, sino del reparto: del desigual acceso por regiones y estratos sociales. De las crisis anteriores aprendimos otra lección: que la propagación de los fallos se produce hacia abajo y la supervivencia de las élites, hacia arriba. Aquello de “socializar las pérdidas y privatizar los beneficios”.
Autosuficiencia es la nueva palabra de moda en la economía global, igual que autonomía lo es entre las personas que cuestionan la centralidad social de la pareja e intentan relacionarse de otro modo. No pienso en la primera como sinónimo de autarquía (supervivencia con los propios recursos, sin obtener nada del exterior), ni asocio la segunda al individualismo (libertad sin responsabilidad). Para mí, serían algo así como “formas de diversificar las fuentes de las que obtenemos los bienes y cuidados que necesitamos para vivir, sin que una de ellas predomine tanto sobre el resto que sea imposible sostenernos en pie si desaparece de forma total o parcial, temporal o definitiva”.
Lo habitual era externalizar las consecuencias negativas de nuestros ‘modos de vida’ a países —cuerpos y territorios— con estándares sociales, democráticos y medioambientales más bajos. Colonialismo económico sin necesidad de control territorial
Si además prestásemos atención al origen de estos “bienes y cuidados”, a cómo se extraen, procesan y mercantilizan, quizá dejaríamos de confundir deseos con derechos y empezaríamos a revisar el tipo y la cantidad de recursos que consideramos esenciales. Hasta ahora, lo habitual era externalizar las consecuencias negativas de nuestros ‘modos de vida’ a países —cuerpos y territorios— con estándares sociales, democráticos y medioambientales más bajos. Colonialismo económico sin necesidad de control territorial.
Hablo de las minas de cobalto de República Democrática del Congo (focos de explotación infantil), los vertederos de basura electrónica en Ghana o la industria textil en Bangladesh, Indonesia y China (trabajo esclavo y contaminación masiva), pero también de la explotación de migrantes en el campo y en el trabajo doméstico. El discurso de la autosuficiencia es una forma de admitir que las relaciones de dependencia que genera la globalización son tóxicas, pero siempre nos preocupa más de quién dependemos que a quién estamos subordinando.
¿Y de quién dependemos? En los primeros meses de la pandemia, de proveedores de equipos médicos y material sanitario. Pero de forma estructural, de países productores de minerales críticos y recursos energéticos. Europa importa prácticamente todos los metales que utiliza, y China nos proporciona el 98% de las tierras raras que necesitamos para fabricar teléfonos móviles, ordenadores, imanes o tecnología militar. Además, compramos más de la mitad de la energía que consumimos, especialmente petróleo (el 85%) y gas natural (el 75%). Las reservas minerales de la UE están infraexplotadas porque de momento no son rentables, la aceptación social es baja y los estándares medioambientales, altos. Pero esto puede cambiar en escenarios económicos adversos, con vulnerabilidad estratégica y desempleo elevado.
Portugal y España tienen las mayores reservas de litio de Europa, un material esencial para producir baterías que ahora importamos de Australia y Chile. Uno de los yacimientos está a dos kilómetros de Cáceres. Una plataforma ciudadana ha logrado parar un proyecto minero por su impacto medioambiental, pero no soy optimista: al ritmo que vamos, es cuestión de tiempo que acabemos perforando cada centímetro de suelo para mantener un sistema económico insostenible, tanto por el volumen de consumo como por la centralidad del trabajo (remunerado) para el acceso a una ‘ciudadanía plena’. ¿Se negaría a la apertura de la mina si le ofreciesen trabajo y su familia no tuviese otros ingresos? Y si el Estado le proporcionase una renta básica universal para cubrir sus necesidades, ¿cambiaría de idea?
Es cuestión de tiempo que acabemos perforando cada centímetro de suelo para mantener un sistema económico insostenible, tanto por el volumen de consumo como por la centralidad del trabajo (remunerado) para el acceso a una ‘ciudadanía plena”
Hemos vinculado la idea de progreso al crecimiento indefinido, la expansión del consumo y la acumulación, primero de bienes materiales (vivienda, vehículos, la posibilidad de formar una familia clásica) y después, de capital intangible (ocio, belleza, turismo, servicios de bienestar privados). El crecimiento no es malo per se, pero sí cuando excede las posibilidades del planeta y amplía y provoca desequilibrios estructurales. La crisis climática es una consecuencia directa de la actividad económica del norte global desde el siglo XIX, y desencadenará nuevos conflictos sociales: migraciones, inseguridad alimentaria, desigualdad entre quienes puedan pagar ‘ecotasas’ y comprar derechos de emisión y quienes no, engrasando así la rueda del ‘capitalismo verde’.
El sistema se adapta rápido, es hábil absorbiendo luchas y neutralizando alternativas. Llama libertad al ejercicio del privilegio y mérito a la balanza trucada de la estructura. Periódicamente se ajustan sus piezas, pero no se cuestiona el diseño. ¿Qué pasa entonces si no queremos fabricar un producto o un proyecto de vida estandarizado? ¿Si no nos basta con reducir nuestra dependencia diversificando las fuentes de calor y energía si las reglas que regulan el suministro siguen siendo las mismas?
Si pensamos en las relaciones personales, aumentar el número de personas con las que te vinculas no cuestiona necesariamente la hegemonía cultural de la familia biológica y la pareja tradicional. Como en una especie de mitosis, las células resultantes de cada división (monogamia en serie, poliamor, parejas abiertas) llevarán siempre la misma carga genética: una jerarquía que inferioriza las amistades; unas expectativas determinadas sobre la obligatoriedad del cuidado y el acceso al cuerpo; unos privilegios sociales, económicos, administrativos y médicos que diferencian entre vínculos de primera y de segunda; un itinerario supuestamente natural, una evolución inevitable hacia eso que llamamos ‘vida en común’, como si cualquier otra combinación tuviese menos valor o menos años de garantía.
Las estructuras se refuerzan entre ellas, y también las relaciones de dependencia. La pareja y la familia tradicional son núcleos de trabajo no pagado, transmisoras de capital y estatus social en unos casos, y unidades de resistencia contra la precariedad en otros.
Ser autosuficiente, entonces, no es buscar nuevas formas de abastecerse de lo mismo cuando se interrumpe el tráfico de afectos y materias primas. Ser autosuficiente es romper el suministro de cadenas.
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Me ha gustado mucho el artículo. Gracias.
*Un par de pequeñas notas al márgen:
-. Más que de autosuficiencia, en mi modesta opinión a mi me resulta más certero y relevante el concepto de Soberanía (desde su concepción más personal/corporal/individual hasta su relación con una comunidad/territorio).
-. Comparto la idea de que el crecimiento no es malo 'per se', el problema es el elemento de medida (PIB) y su uso prioritario bajo premisas economicistas.
Excelente artículo. Es el sistema el que hay que cuestionar. Parafraseando a Marx, seremos libres cuando no tengamos que pedir permiso a nadie para poder trabajar