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Derechos Humanos
Gobernar en caliente
Los 629 inmigrantes del Aquarius, acogidos por el nuevo gobierno socialista, son los números de nuestra capacidad para entender la situación a la que nos enfrentamos
Hay una noticia, de esas que sólo consiguen salir a la superficie gracias al sopor veraniego, que no me quito de la cabeza. Dice el Fondo Monetario Internacional (FMI) que a España 'le hacen falta' 5,5 millones de personas hasta 2050 para mantener la Seguridad Social. Cinco millones y medio en poco más de una generación, babyboomers. Si no, esto se hunde, como una de esas pateras que intentan atravesar el Estrecho aprovechando el buen tiempo.
La cifra del verano, sin embargo, no es esa. El hit estival son los 629 inmigrantes a bordo del Aquarius, acogidos por el nuevo gobierno socialista. Esos son los números de nuestra capacidad para entender la situación a la que nos enfrentamos. Esos centenares se insertan en un relato bien conocidos: los noticieros se encargan de machacarnos con una batalla naval espeluznante y desigual, o con el asalto a una empalizada trazada por los creadores del videojuego más cruel que puedan imaginar. Es imposible superar ese marco mental con forma de baluarte medieval, donde a lo único a lo que ya aspiramos es a no seguir llenando las morgues y el fondo del mar con cadáveres anónimos, ni a que las concertinas continúen surcando la carne de los humillados. En este rincón del cuadrilátero y limitándose a hacer cumplir la ley, el Estado robocop, en el opuesto las mafias. Si no fuera por las mafias no vendrían, te lo digo yo, cuñao.
Ya está, no hay más. Como prueba de buena voluntad, como en la Semana Santa, indultamos a un puñado de esos pobres diablos, quienes si se salvasen del naufragio seguro darían con sus huesos en uno de esos sitios indescriptibles llamados CIE, o maniatados en un vuelo de retorno a algún aeropuerto del Sahel. Las devoluciones en caliente no estaban tan mal, ¿sabe usted? Sobre todo si no hay ningún otro plan más allá del titular en el periódico que todo el mundo leerá en la la playa, y ese ya lo tenemos.
Mientras tanto, fuera del escenario al que parece limitarse la política, la vida sigue. ¿Nadie, ningún gobierno, va a pensar y proponer algo serio para abordar esta situación? ¿Vamos a quedarnos solamente con la gestión de las imágenes, los gestos y los improperios? Aceptar una política tan epidérmica, naíf y vanal, rehén de los sondeos y de los debates en prime time, sería un sucidio colectivo, es obvio, pero es lo que parece depararnos el futuro, no sólo las breaking news en el chiringuito.
Por ejemplo: las migraciones en África son sobre todo un fenómeno interno, la gente va de su aldea a los barrios informales o slums, dentro de su país o en el de al lado. Se mueve por motivos de trabajo, buscando acceso a servicios básicos o algo de paz, personal o colectiva. ¿Qué estamos haciendo al respecto desde nuestro país o desde Europa? No he encontrado en ningún lugar que apoyar a las ciudades africanas a desarrollarse con unas condiciones mínimas, forme parte de una política global para gestionar el fenómeno migratorio. Que las grandes urbes subsaharianas se conviertan en espacios inclusivos, en detonadores de todo el potencial cultural o económico del continente, debería formar parte de cualquier política exterior mínimamente seria, en el contexto de la explosión demográfica que vivirá África en las próximas décadas. Pues por la 'c' de ciudad no me sale nada, oiga.
Se supone que la UE puso en marcha en 2015 en La Valetta un fondo fiduciario de cooperación dotado con 3.100 millones de euros para atacar “las causas profundas de la desestabilización, el desplazamiento forzoso y la migración irregular, promoviendo la igualdad de oportunidades y las oportunidades económicas, la seguridad y el desarrollo”. En los buenos tiempos, sólo España dedicaba a la cooperación (mejor o peor) unos cinco mil millones, no se me ocurre mejor manera de poner en su sitio esas migajas. Y como sugieren las ONG europeas de CONCORD, por la 'd' de derechos humanos tampoco sale nada, toda una excentricidad en el patio trasero de los chinos. ¿Y por la 's' de seguridad? Ah, sí, ahí tengo un arsenal de propuestas, en forma de control y remilitarización de fronteras.
España y Europa siguen gestionando las migraciones desde el miedo a lo extraño, por no decir desde el racismo o el asco a los pobres, cada vez de manera más desacomplejada y garrula, explotando un filón electoral que parece no tener fin. Muchos se preguntan sobre cómo vamos a sostener a tanta migración, convencidos por la posverdad de que los estudios sobre sus impactos positivos son un camelo buenista. No obstante, si fueran cinco millones de bebés blancos, a punto para criar y escolarizar, no habría ningú problema.
Somos, en resumen, incapaces de trazar un plan con unos mínimos visos de realidad, que no soslaye lo que ya no es una emergencia sino el estado general de las cosas, en un escenario de desastre climático y donde nadie parece haber oído hablar en su vida de derechos humanos. La cooperación internacional debería ser sólo una pieza diminuta dentro de esa solución, en la que hay que ordenar flujos de personas, descolonizar mentes y abrir sociedades enteras, construir derechos y dejar de expoliar recursos ajenos. Y hace falta sacar la cartera, no lanzar guiños progres ni sendas de financiación de improbable cumplimiento.
Mientras llega la política en mayúsculas, siempre quedará el twitter. Hasta que de tanto gobernar en caliente, nos quememos las manos.
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