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Colombia
Deshabitadas por Hidroituango
Antes, el río Cauca en Antioquia, Colombia, era sinónimo de vida. Antes, sus arroyos estaban llenos de oro, fuente de ingresos de las barequeras y los barequeros, mineros artesanales que lo extraían en sus orillas. Antes, las comunidades de alrededor se alimentaban del pescado que ofrecían sus aguas. Antes, quienes trabajaban en la ribera podían rescatar los cuerpos de las víctimas del conflicto armado arrojadas a sus aguas. Antes, no existía una presa que ocupara gran parte de su caudal. Antes, las comunidades vivían por, para y del río. Ahora, muchas se ven forzadas a abandonar sus hogares por un megaproyecto hidroeléctrico. Ahora están deshabitadas por Hidroituango.
Es la mayor empresa hidroeléctrica de Colombia y es una de las 10 centrales de generación de energía más grandes de Sudamérica. Cuenta con 20 millones de metros cúbicos de volumen, 225 metros de altura y una cresta de 550 metros de longitud. Es una mole que abarca en extensión 27 municipios. El megaproyecto está a cargo de EPM (Empresas públicas de Medellín), prestadora de servicios energéticos (gas y agua). Esta empresa colombiana transnacional cuenta además con la participación pública del Departamento de Antioquia. Entre los financiadores hay uno que es cercano: el BBVA, una de las empresas líderes de la marca Basque Country. El banco vasco participó en su financiación a través del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Capital vasco invertido en un proyecto que desplaza.
Es la mayor empresa hidroeléctrica de Colombia y es una de las 10 centrales de generación de energía más grandes de Sudamérica. Cuenta con 20 millones de metros cúbicos de volumen, 225 metros de altura y una cresta de 550 metros de longitud
Desplaza porque en el río ya no hay peces que pescar. Desplaza porque el oro que se extrae ya no da para vivir. Desplaza porque en 2018 un accidente provocó que el agua sobrepasara el muro en construcción y varios municipios de alrededor se inundaran, destruyendo las casas de las personas que allí habitaban. Muchas de ellas todavía no han podido volver. Otras, se han visto forzadas a abandonar sus hogares, porque el río ya no les ofrecía el sustento que necesitaban, ya no se podía pescar, ni barequear. Hidroituango desplaza porque la zona está militarizada por diferentes actores armados legales e ilegales, intensificándose el conflicto en la zona y acentuándose la persecución de las personas y colectivos que se resisten al megaproyecto. Según Ríos Vivos, uno de los principales movimientos que ha denunciado los impactos sociales y medioambientales provocados por la presa, hasta la fecha (desde 2011) al menos ocho activistas han sido asesinados en la zona.
Una buena parte de las lógicas de criminalización y persecución se dirigen contra los liderazgos comunitarios, que son ejercidos en gran medida por mujeres. Son ellas las que encabezan hoy la resistencia al megaproyecto, como las AMARU (Asociación de Mujeres Defensoras del Agua y la Vida), ligadas a Ríos Vivos. Antes ellas también barequeaban, pescaban y labraban la tierra. No necesitaban que los hombres las mantuvieran. Pero se han quedado sin trabajo, sin medios de vida y fuera de los censos, lo que ha supuesto para ellas una pérdida de autonomía económica. También se quedan solas frente a las adversidades. Muchas han perdido a sus parejas desparecidas, asesinadas, desplazadas o empuñando las armas. Ellas son las que permanecen defendiendo a su familia, luchando para que los grupos armados no se lleven a sus hijos. La explotación sexual de mujeres y niñas aumenta en los municipios donde opera la presa. El poder de las armas afecta a sus cuerpos y a su salud emocional.
Una buena parte de las lógicas de criminalización y persecución se dirigen contra los liderazgos comunitarios, que son ejercidos en gran medida por mujeres. Son ellas las que encabezan hoy la resistencia al megaproyecto
¿Y todo esto para qué? Según EPM, Hidroituango se construye para ofrecer desarrollo al país y un abaratamiento de la energía para Colombia. Tiene previsto generar el 17% de la energía del país cuando esté funcionando a pleno rendimiento, lo que estaría previsto para 2026. De momento, y tras muchos retrasos, se han encendido dos de las ocho turbinas que accionan la represa y en diciembre del 2022, se anunció la entrada del megaproyecto en operación comercial. La población, sin embargo, tiene miedo a lo que pueda venir. Todavía sienten muy presente lo ocurrido en 2018. Hasta el presidente Gustavo Petro pidió a EPM una evacuación temporal de las comunidades durante las pruebas del encendido de las turbinas, para garantizar su seguridad.
Ahora bien, el de Hidroituango no es un caso aislado. Las zonas de mayor conflictividad de Colombia coinciden con corredores del narcotráfico y la implementación de empresas transnacionales relacionadas con la industria minera, hidroeléctricas, expansiones de monocultivos o ganadería extensiva, entre otras. El conflicto colombiano no es únicamente un problema interno, sino que responde a dinámicas globales en los sistemas de producción, consumo inversión y financiación.
Es lo que defiende la campaña y el manifiesto #Deshabitadas. Una reflexión de Zehar-Errefuxiatuekin, en conjunto con otras organizaciones, en torno a la relación entre la imposición del modelo de producción, distribución y consumo neoliberal, el colapso ecosocial y los desplazamientos forzados de población. Cada vez escuchamos más hablar de las migraciones climáticas. Esta mirada va más allá y pone el foco en los desplazamientos generados por el sistema capitalista. Así, muchas empresas transnacionales ocupan territorios en el Sur, despojando los bienes naturales del lugar, destruyendo el hábitat y las formas de vida de las poblaciones locales. Además, se utiliza la violencia como estrategia para obligar a desplazarse a las personas que allí viven. Son personas desplazadas, #Deshabitadas. El de Hidroituango es un claro ejemplo de estas dinámicas.