Colombia
Bojayá. Recorridos por la tierra herida. Tras 17 años de la masacre, los muertos vuelven

Los cuerpos de las víctimas de la masacre de Bojayá regresaron a su territorio tras un largo proceso de identificación. Entre el 11 y el 18 de noviembre fueron entregados 100 ataúdes. No están todos, pero si los recuerdos que quedan y el espacio de los desaparecidos. La masacre ocurrió el 2 de mayo de 2002, en medio de un enfrentamiento entre las FARC-EP y los paramilitares de las AUC, una pipeta explotó en la iglesia de Bellavista, la cabecera municipal de Bojayá, donde se refugiaba la población. Hoy, Bojayá es una tierra herida, en la que el horror inundó y seguirá inundando ante el inminente riesgo de una nueva masacre. Así, el pasado 31 de diciembre saltó la noticia de que 300 paramilitares tienen confinados varios corregimientos de este municipio del Chocó. La muerte no se fue, aún duele, porque los grupos armados nunca se fueron. ¿Qué intereses hay detrás de estos territorios?

Escritura / Fotografía proyecto.entrelazando@gmail.com
5 ene 2020 15:25

Cortesía de Entrelazando. Para leer el artículo completo:  https://entrelazando.com/portfolio-item/bojaya/ 


Es horrible. Se ha dicho una vez tras otra. No hay duda. Esta es la tierra del dolor de unos y de la avaricia de otros. ¿Cuántas veces lo habrán dicho en estos 17 años? ¿Qué son 17 años? Una cifra. Ojalá fuera eso, sólo una cifra. Pero el 2 de mayo de 2002 ocurrió, fue ese momento en el que una pipeta lanzada por las FARC-EP, en un fuego cruzado con los paramilitares de las AUC, explotó en la iglesia donde se había refugiado la población, e hizo que esta masacre se escuchará más allá de la tierra de Bojayá, más allá del dolor de pueblos que venían sufriendo la violencia desde 1984 cuando las FARC-EP había llegado a sus territorios y se encrudeció cuando los paramilitares, en diciembre de 1996, llegaron para quedarse. 

Quien siempre ejerció como sepulturero en Bellavista, Domingo Chalá, cuenta como desde los años 90, a orillas del río Atrato y otros ríos, los cuerpos flotaban, aparecían y nadie podía tocarlos si no querían correr la misma suerte que el muerto. De esta barbarie no hay cifras, solo el recuerdo del horror y su dolor. De cuando los paramilitares a quien montaban en la embarcación “rumbo al cielo” jamás se le volvía a ver.

De hecho fue a finales de los años 90 cuando estos grupos paramilitares entraron por la ruta del bajo Atrato y la zona de Urabá desde Antioquia a esta región del Chocó agudizándose la guerra en ella. Asesinatos selectivos. Torturas. Desapariciones. Desplazamientos Forzados. Secuestros. Intimidaciones. Amenazas. Señalamiento. Robos de motores, víveres y combustible. Bloqueo económico. Las comunidades denunciaron estos hechos a través de la “Declaración por la vida y la paz” el 12 de septiembre de 1999.

¿CUÁNDO ES EL TIEMPO DE ENTERRAR A LOS MUERTOS?

El 11 de noviembre del año pasado, 100 ataúdes llegaron custodiados desde Medellín hasta el aeropuerto de Vigía del Fuerte (Antioquia), para ser entregados a la comunidad y a las familias de aquellos que perdieron sus vidas aquel 2 de mayo. 78 ataúdes contienen los restos óseos de 78 víctimas identificadas; 8 están vacíos pero tienen nombre, representan 8 víctimas que aún están desparecidas; 9 son de los bebés en gestación, y de uno que se dice que nació en la iglesia, todos ellos, también murieron; 1 ataúd más contiene el cuerpo de un niño entre 4 y 8 años que no ha podido ser identificado ya que hasta la fecha nadie lo ha reclamado; 2 más, son las 2 entregas simbólicas que se realizarán; y 2 cofres más contienen los restos óseos que no han podido ser identificados por el momento para ninguna de las víctimas, es la fosa 75. 

100 ataúdes a los que hay que sumar una cifra que nadie se ha atrevido a pronunciar. Que nadie se atreve a reconocer. ¿Cuántos son los muertos en Bojayá desde la década de los ochenta hasta hoy? 

Bojaya 6

La identificación de urgencia de los cuerpos que se realizaron aquellos primeros días de la masacre, se iría complementando con las primeras necropsias a partir de las siguientes exhumaciones que desde el 2002 hasta el 2004 realizó la Fiscalía. Si bien, todo se fue tomando su tiempo y ya no hay dudas de que esos cuerpos no fueron bien identificados, ni estudiados, ni individualizados, ni siquiera tuvieron un digno entierro. Lo que quedó evidenciado en el informe que rindió la Fiscalía en noviembre del 2016 a la comunidad y que no fue satisfactorio para muchos familiares que siguieron con dudas ante las incongruencias de a quién pertenecía cada cuerpo.

Dicen que la armonía es ese orden de la vida que vincula a cada quien a su tierra. Entonces, ¿qué sucede cuando no es tu tierra donde yace tu cuerpo?, ¿cuándo no hay tumba donde llorar?, ¿ cuándo tu cuerpo se mezcló con el de otro, y otro, y otro?

El tiempo fue pasando, mientras la comunidad siguió exigiendo un trato digno a sus muertos. Hasta que el comunicado 062 de los llamados Acuerdos de Paz de La Habana, habilitó el camino que permitió que el equipo del CTI de la Fiscalía volviese a Bojayá para continuar con el trabajo iniciado. Y así fue cuando en el 2017 el mismo topógrafo que participó en las diligencias del 2002 fue marcando los cuatro puntos de cada una de las fosas para comenzar a desenterrar y llevarse los cuerpos encontrados a los laboratorios del Instituto Nacional de Medicina Legal. Durante dos largos años se procedió a su identificación.

Bojayá 4


Los muertos vuelven

En dos helicópteros de la ONU llegaron los 100 ataúdes de ese tamaño en el que ningún cuerpo recién muerto cabría pero sí nuestros huesos apilados, juntos, uno al lado del otro. En color blanco los ataúdes con los bebés, niños y niñas; y en marrón los jóvenes y adultos. Y para cumplir con las tradiciones, hasta que llegue el día del entierro, los cofres recorrieron su territorio herido.

La primera parada fue el pueblo viejo de Bellavista, donde explotó la pipeta. Allí, uno a uno de los ataúdes descendieron de la barca y fueron entregados a sus familias. El reencuentro se hizo tacto y reposaron sobre sus manos. En fila los fueron llevando hasta el interior de la iglesia. Coincidiendo en el dolor fueron caminando, dejando a su lado izquierdo y derecho las ruinas del pueblo viejo donde la naturaleza es la única que rebosa de vida. Para 23 ataúdes la siguiente parada fue Pogue. Allí, en su tierra natal, fueron velados durante una noche.

Bojayá 2

Alabar es cantar a los muertos, despedirlos

Dicen que Pogue es la cuna del alabao, una tradición que continúa gracias al semillero, ellas, las niñas y niños, fueron los que entonaron el primer alabao de la noche cuando los cuerpos reposaron en el altar que la comunidad pogueña había construido para la ocasión, respetando con el cariño que todo muerto merece, su ansiada despedida. Alabar es acompañarlos en el paso del alma al mundo de los ancestros, para no condenarlos a deambular entre los vivos. Alabar es dolerse públicamente por el dolor del otro, por el dolor compartido. Por ello, los y las alabadoras cantaron desde que estos cuerpos regresaron a Bojayá, y así transcurrió el viaje hasta Pogue. Fueron más de tres horas. Llovió. Salió el sol. Y siguió lloviendo. Y ellas siguieron cantando.

Amanecer cantando. Velándolos. La comunidad preparó comida. Juegos de dominó y cartas. Conversaciones. Tinto a base de maíz. Dolor y mucha tristeza. Lágrimas por la muerte. Por el horror. No importa que hayan pasado 17 años, el dolor está. Y ese dolor y miedo sigue presente porque la violencia de los grupos armados no ha cesado en el territorio. Por eso es que las comunidades Emberas de los alrededores están confinadas, se han tenido que desplazar y continuamente son amenazadas. Por lo que muchas familias tampoco pueden ir a sus fincas a trabajar.

Actualmente, el Ejército de Liberación Nacional, ELN, y los grupos paramilitares de las AGC, son los que ejercen el control territorial en las cuencas de los ríos Opogadó, Napipi y Bojayá. Nadie lo desconoce. Tampoco la Fiscalía. Por ello sólo un equipo del CTI de 5 personas asumió los riesgos para no romper la cadena de custodia de los cuerpos, y aunque el Ejército no hace presencia en Pogue, decidieron acompañar los 23 ataúdes y la velación tuvo lugar. Ninguna otra institución acompañó.

Al día siguiente, navegando por el río Bojayá estos 23 cofres volvieron a Bellavista. Durante el recorrido las comunidades a orillas del río saludaban al pasar.

Bojayá 6

Conversar, es volver visible lo oculto, correr el velo del silencio

Antes de proceder al entierro de los 100 ataúdes en Bellavista Nuevo, fue requerimiento cumplir con el protocolo de entrega, y durante cinco días, los equipos de la Fiscalía y Medicina Legal dieron las explicaciones científico técnicas a cada uno de los familiares, acompañados por el personal de la Unidad de Víctimas. Y especialmente, por los y las sabedoras de la comunidad, quienes acompañaron y guiaron espiritualmente el proceso.

La noche del 17 al 18 fue la última velación. Un altar de madera construido para la ocasión fue el lugar de su última despedida. Allí reposaron junto a la cruces de las fosas en las que permanecieron tantos años. Pero antes de la velación, tuvo lugar el acto político en la mañana, se esperaba la presencia del Presidente Iván Duque, quien nunca llegó. Pero llegaron otras instituciones, organizaciones y embajadas a emitir sus discursos. Sólo para la ocasión, justo para las palabras ante el micrófono y la fotografía del momento. Y antes de que fuesen enterrados todos los muertos ya no estaban en Bellavista, igual que los periodistas y fotógrafos de los grandes medios de comunicación.

Curiosamente, o premeditadamente, ningún delegado de las instituciones estatales nombró la palabra justicia, parece ser que en entornos, con tanta barbarie y violencia, uno se debe de acostumbrar a que la justicia no se contemple ni a corto, ni a mediano plazo.

También, varios los miembros del Comité de Víctimas tomaron la palabra para expresar los desafíos que tienen por delante. Este no es el fin, insistieron. Por su parte la Diócesis de Quibdo, leyó una Carta Abierta al presidente Iván Duque en la que alertó y denunció de la situación actual de violencia que se vive en el Chocó ante la inminente posibilidad de una nueva masacre. La carta fue firmada por el Foro Interétnico Solidaridad Chocó, COCOMACIA, FEDEOREWA, Mesa Indígena del Chocó y la Diócesis de Quibdo:

   “ […] hoy las FARC-EP han salido del territorio, ante la falta de implementación [de los Acuerdos de Paz], el ELN ha copado estos espacios, se ha fortalecido militarmente y ha incrementado sus agresiones a la población civil“. Además, estos grupos armados hacen “presencia en los centros poblados especialmente los paramilitares quienes exhiben su poderío militar en armas y hombres, siendo evidente que su abastecimiento lo hacen abiertamente por el río Atrato en embarcaciones tipo botes y pangas, en algunos casos centenares de combatientes. Todo esto bajo la mirada  impávida del control de la Fuerza Pública, en el Bajo y Medio Atrato”.

El 21 de abril del 2004 ya habían dirigido otra Carta Abierta al entonces presidente, Álvaro Uribe Vélez, sobre la crisis de legitimidad en la región del Atrato y la sistemática violación a los derechos humanos. Y días antes de que ocurriera la masacre también habían advertido de su inminente peligro.

Para cerrar el acto público y político de la mañana, fue la juventud de Bellavista, quien se apropió de su ceremonia al representar una obra de teatro con la que denunciaron la corrupción, los asesinatos y la presencia de los grupos armados, legales e ilegales, en sus territorios.

Por la noche con la fuerza de la tradición las alabadoras no dejaron de cantar. De compartir el dolor. E igual que en Pogue, se jugó a las cartas y al dominó. Pasadas las tres, las cuatro, las cinco de la mañana, el llanto se hizo cada vez más presente. Al igual que el sentimiento de dolor, de tristeza y también de rabia por tanta muerte. Amaneció, y con la luz del día, comenzó la eucaristía que trató de aunar a los familiares que procesan distintos cultos, católicos y evangélicos. Al terminar, cada familia, recibió el ataúd de su ser querido para llevarlo a enterrar al mausoleo. Y en esos momentos de entierro fue cuando el dolor rasgó los cuerpos que gritaban y lloraban por sus víctimas. Es el doloroso instante en el que la lápida se posa sobre el ataúd. Y sin haber terminado el novenario posterior a los muertos asesinaron a dos personas de la comunidad, sus cuerpos aparecieron en el río Bojayá.

Ojalá ahora puedan descansar en paz. Aunque sea los muertos, porque a los vivos, la muerte acecha.

Bojayá 3

LAS MASACRES SON IRREPARABLES, y pareciera que no van a dejar de suceder

Muchos titulares y consignas de aquellos días aludían al cierre del duelo, el punto final. Pero, ¿se puede, cuando en Bojayá el riesgo a una nueva masacre es inminente? Curiosamente pocos de esos medios se hicieron eco de la Carta Abierta en la que se alertaba del inminente riesgo de una nueva masacre y en la que se manifestaba que la vulneración a sus derechos es por apoderarse de sus territorios con la intención de realizar grandes proyectos económicos, explotación de recursos naturales, mineros, energéticos, monocultivos y narcotráfico.

Los grupos armados nunca se fueron del territorio, y a pesar de que algunos se fueron acogiendo a las diferentes negociaciones de paz, actualmente el ELN y los grupos paramilitares se han fortalecido militarmente en la región. Entonces, ¿cómo podrán “descansar en paz”, los muertos y los vivos, con tanta violencia a su alrededor? Hace ya varios años que los grupos paramilitares se han tomado la región de Bahía Solano, Carmen del Darien, Domingodó, Riosucio o el Golfo de Uraba, y tienen presencia en múltiples zonas, todo está paramilitarizado, pero apenas es noticia. El pasado 31 de diciembre en cambio sí que saltó a la prensa que 300 paramilitares tienen confinadas a las comunidades de las poblaciones de Pogue, Corazón de Jesús, la Loma de Bojayá y Cuía. Son los mismos corregimientos que salieron a saludar a los ataúdes cuando recorrimos en barca ese río junto a sus familiares. ¿Cuáles son los intereses en esta región?, ¿qué hace que un confinamiento, una toma sea noticia y otra no?

La solución aportada por el Estado ante estas últimas tomas ha sido la de enviar más Ejército, militarización del territorio. Helicópteros sobrevolando. Pero, las organizaciones en su Carta Abierta alertaron de la complicidad de las Fuerzas Armadas con el paramilitarismo. Y de hecho el Tribunal Administrativo del Chocó en el 2019 profirió una sentencia condenatoria al Estado por omitir su función de proteger a la población el día de la masacre del 2 de mayo. Entonces, ¿cómo va a ser esta la solución?

Bojayá 5

Dicen que a la violencia uno se acostumbra, pero más bien se sobrevive a ella, porque está demasiado presente en todas sus formas en la vida cotidiana. Así, en Bojayá, los cortes de luz son muy frecuentes, dada la elevada corrupción y venta del ACPM que llega a las comunidades para sus plantas municipales. Tampoco hay buenas instalaciones hospitalarias y muchos pueblos, como Bellavista, no tienen acueducto que funcione. Moverse por el río es demasiado costoso. Apenas hay oportunidades de trabajo. Estudiar para los jóvenes es un privilegio que requiere irse y muchas son las familias que debido a la violencia de los grupos armados ni siquiera pueden ir a sus fincas para seguir cultivando. Los desplazamientos forzados son muy elevados. La pesca se redujo y el nivel de contaminación de los ríos es alarmante por la presencia entre otros factores entre ellos el de la minería ilegal.

Algún día el Estado deberá reconocer esta larga memoria de la violencia en el Chocó

Mientras tanto, entregaron 100 ataúdes. Cumplieron con el derecho de los familiares de poder enterrar a sus muertos. Fue sanador. Pero, ¿qué sucede con las otras víctimas, las de antes de la masacre? y ¿con las que vendrán después? Y sobre todo ¿cómo se pone fin a una violencia con demasiadas capas de profundidad que requiere comenzar a nombrar cuáles son los intereses territoriales en la región y quiénes se están beneficiando con tanta muerte? 


Sobre este blog
Memorias Comunes son puntos de vista al interior de las memorias colectivas. Una apuesta por ofrecer una mirada crítica sobre cómo construir las narrativas del pasado sabiendo que todo pasa, todo cambia, nada queda. Excepto nuestros recuerdos, lo que recordamos y no queremos olvidar. Con este espacio buscamos (re)conocer como se están produciendo los discursos de la memoria pero también producir nuevos relatos que respondan a la necesidad de otras narrativas, de otros modos de expresarnos, de relacionarnos y de perdurar. Es la posibilidad de explorar qué son las memorias, entendiendo este espacio de reflexión en su dimensión transformadora y de resistencia con la cual nos vinculamos. En definitiva es un encuentro con la memoria viva, compartida y producida en común.
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