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Colombia
Apuesta por la comunidad
Los Espacios Territoriales en Colombia son las zonas designadas para agrupar excombatientes y llevar a cabo la dejación de armas. El Gobierno los entiende como un emplazamiento provisional mientras se reubican. Para sus habitantes va mucho más lejos, su intención es construir zonas donde poner la vida en común.
MacGyver sujeta una tabla de cortar para aplastar unas rodajas de banano frito y convertirlas en “patacones”, pequeñas tortillas que acompañan los platos colombianos. Repite la tarea mecánicamente mientras me explica que proviene del Chocó pero acabó raspando coca en el Guabiaré, dos de las zonas más castigadas por el conflicto armado de Colombia.
Ingresó en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) a los veinticinco, una edad bastante madura para la entrada, y formó parte de ellas durante doce años. Al preguntarle por qué decidió integrarse, me responde rotundamente: “Porque me ahogaban”.
Para alguien que ha crecido rodeado permanentemente por el conflicto, tomar parte de forma activa no supone tanto una opción ideológica sino práctica, una opción laboral ante la dificultad de salir adelante en las zonas rurales. La formación ideológica llega una vez dentro, cuando los miembros entienden que un país al que nunca llegó la reforma agraria es el caldo de cultivo para una sociedad desigual.
Durante doce años, la vida de MacGyver, nombre con el que fue bautizado por sus compañeros en la guerrilla y ya ha adoptado como propio, transcurrió en combate dentro de la selva. Su realidad dio un giro a partir de la implementación de los Acuerdos de Paz de la Habana entre el Estado y la guerrilla.
Desde el restaurante comunitario del espacio territorial de Icononzo, uno de los veintiséis espacios repartidos en el estado colombiano, ha cambiado el fusil por las ollas y prepara a diario unas cuarenta comidas para visitantes y trabajadores externos. Los beneficios que obtienen él y los dos compañeros que le ayudan van directamente a la caja común del espacio.
Los Espacios Territoriales son las zonas designadas para agrupar excombatientes y llevar a cabo la dejación de armas. El Gobierno los entiende como un emplazamiento provisional mientras los excombatientes se reubican.
Para sus habitantes va mucho más lejos, su intención es construir zonas donde poner la vida en común, donde puedan seguir desbordando el sistema desde la práctica. Estos veintiséis espacios son lugares de experimentación de gestión asamblearia y cooperativismo dentro de un marco de economía social.
Pero no se trata de crear setas, que aparecen de manera aleatoria, a lo largo del país, el objetivo es vincularse con las comunidades que les rodean a través de estos proyectos, llevarlos a los territorios que habían ocupado históricamente y que han dejado durante el proceso de paz. Junto a su propuesta como partido político, esta es la receta para dar la vuelta a la deriva neoliberal que está tomando el Estado colombiano.
Camino por los distintos barrios del espacio, designados por el acuerdo como A, B, C y D. Ante el nombramiento estéril del papel, los habitantes los han rebautizado como “26 de febrero”, fecha de nacimiento de las FARC, “22 de Setiembre”, fecha de la muerte del comandante Mono Jojoy, “Antonio Nariño”, fue un general bolivariano y “Brisas de Paz”. Por todos lados veo mujeres y hombres manos a la obra con trabajos comunales.
Se esperaba que el Estado se hiciera cargo de la construcción del espacio, tal y como estipulan los Acuerdos. Las viviendas unipersonales quedaron como estructuras de hierro que los habitantes tuvieron que terminar con paredes de plafón, ellos mismos realizan las zanjas para el sistema de aguas. De momento aún no llega la electricidad y la producen por medio de un generador, tampoco disponen de agua corriente.
En la parte baja del barrio Antonio Nariño encuentro unos chicos limpiando y adaptando un espacio para una cancha de futbol, otros trabajan en huertos comunitarios o preparan estructuras para la cría de aves. Como sucedió durante años, las FARC llenan los espacios que el Estado dejó vacíos mediante la autogestión.
A la construcción del Espacio se suman las capacitaciones que reciben junto a miembros de las veredas circundantes en los ámbitos de comunicación, gestión, integración o cooperativismo. Los días se llenan de reuniones para desarrollar las iniciativas que les permitirán obtener ingresos propios. De momento, según los Acuerdos, en los meses de transición des de la selva o el monte a la urbanidad, reciben una mensualidad del Gobierno. Una opción hubiera sido tomar el dinero e irse cada uno por su lado. Su apuesta es mucho más ambiciosa: reinvertirlo en proyectos productivos cooperativistas y en la vida comunitaria.
¿Cómo han hecho para pasar de campamentos provisionales en la selva, en combate constante, a adoptar una vida sedentaria? ¿Cómo se rearticulan las dinámicas de poder jerárquicas de la guerrilla en formas asamblearias? Hablo de ello con Julio, treinta y dos años en las FARC, ingresando a los quince. Su hija, que está en el espacio territorial del Caquetá, también se integró en la adolescencia.
Para él está siendo un reto difícil, me explica mientras me muestra con entusiasmo las cartucheras donde colgaba el rifle y me anima a que yo me las pruebe: “Esta nueva etapa nos tiene que permitir cambiar la situación de Colombia desde la política, dejar las armas es positivo. Vivir aquí me provoca una sensación extraña. La guerrilla nos proporcionaba todo lo que necesitábamos: material, comida, cobijo, ahora debemos aprender a ganar un sueldo. En mi caso, junto a unos compañeros, estamos trabajando un pedazo de tierra para crear una cooperativa para comercializar aguacates. Pero el proceso es muy lento”.
La implementación de las cooperativas está siendo difícil. La falta de experiencia es palpable pero las capacitaciones y la práctica irán ayudando a solventarlo. Quizás el mayor problema está en la toma de decisiones.
Después de más de cincuenta años en cadenas de mando jerárquicas es necesario dinamizar los procesos de base para propiciar la iniciativa. Para muchos excombatientes lo más sencillo sería recibir órdenes sobre qué opciones tomar en lugar de tomarlas ellos mismos. Además, aquellos que eran buenos líderes para la estrategia militar no tienen las mismas cualidades para la gestión política. Han tenido que dar un paso atrás para que nuevas personas tomen el liderazgo de la comunidad, de una forma más horizontal, sacudiendo duramente la construcción de identidad de muchas personas.
Hablo sobre la gestión del Espacio con Katy, gestante de siete meses. Una de las futuras madres de los niños de la paz. Durante los años de combate, las mujeres debían dejar a sus hijos en manos de familiares o practicar abortos clandestinos en condiciones precarias.
Ella me explica que dentro de los Espacios Territoriales se toman decisiones asambleariamente, en reuniones que, me dice entre risas, se le hacen eternas. Estas decisiones pasan a once comisiones distintas que se encargan de gestionar el Espacio Territorial, cada una liderada por un miembro de la comunidad elegido por asamblea. Las comisiones incluyen salud, educación, género, cooperación, entre otras.
El trato que se da a las diferencia de género o raza dentro de las FARC también dista del trato en el resto de la sociedad colombiana. Desde el Gobierno colombiano no participaron mujeres ni minorías raciales en las negociaciones del acuerdo, mientras que las FARC presentaron mujeres y minorías.
Katy me explica que dentro de la guerrilla no hay diferencia entre hombres, mujeres, indios o afrodescendientes, todos asumen las mismas tareas. Si bien es cierto que dentro de los cuadros de comando la diversidad ha sido siempre menor, caminando dentro del Espacio, como mujer, me siento mucho más cómoda y respetada que en la mayoría de calles de Colombia. Todo esto me hace reflexionar que, a pesar que queda mucho camino por recorrer en términos de raza y género, posiblemente la guerrilla ha cuestionado más el rol del colonialismo y el patriarcado que el resto de la sociedad colombiana.
Mientras que en Cataluña se declara la República me encuentro con Gregory, portavoz de comunicaciones del Espacio Territorial y dos enviados del comisionado de paz del Estado Colombiano. Uno de ellos, que vivió en Madrid durante años, exclama que lo que ha sucedido es terrible y que los catalanes no somos conscientes de lo que hemos hecho.
Se aleja entre reniegos al tiempo que Gregory me felicita por la nueva República: “Ellos tienen miedo de lo que pasa en Cataluña, como nos temen a nosotros. Cualquier movimiento que cuestione el statu quo les parece peligroso. Desde la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, la nueva FARC política, seguimos con atención lo que sucede en Cataluña”. Y es bien cierto ya que, entre bromas, diversos excombatientes se han ofrecido a acompañarme de vuelta para defender la República.
“Nosotros no hemos dejado de cuestionar la oligarquía colombiana a pesar de que hemos dejado las armas. Ahora se abre una etapa post-acuerdo, no post-conflicto como señalan muchos, porque el conflicto es de clases y no termina nunca. En esta etapa cambiamos las armas por una apuesta política”.
Las FARC quieren entrar en el congreso para proponer una alternativa de país y asegurar el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, que la derecha colombiana de Julio Uribe amenaza con romper si gana las elecciones en Mayo de 2018. Gregory me dice que él no se siente amenazado: “Si hacen trizas el acuerdo, cogeremos esos pedazos y haremos uno nuevo. Debemos estar presentes a nivel estatal porque hemos luchado muchos años para obtener esa representación. Pero nuestra apuesta es de base, queremos estar en los ayuntamientos, las regiones, los departamentos”.
Este es también uno de los grandes retos de las FARC como partido. Recuperar los espacios que han abandonado durante el Acuerdo de Paz. En el monte y la selva, los territorios tradicionales de la guerrilla, zonas que han estado siempre marginadas y olvidadas, ellos fueron la autoridad en última instancia.
El poder judicial y ejecutivo que aplicaba los estatutos de la guerrilla para gestionar el territorio. Estos estatutos ahora han caído y los espacios territoriales se rigen por normas de convivencia, mientras que el proyecto político es el que tiene que levantar una propuesta de gobierno para las zonas que quieren recuperar.
Después de cincuenta y dos años de conflicto armado dentro de Colombia en el que entre los diferentes grupos armados, paramilitares y ejército se han cobrado más de 300.000 vidas y han obligado al desplazamiento de 8.000.000 personas, se abre una nueva etapa.
Para las FARC es un reto a contrarreloj, en menos de dos años deben conseguir un buen funcionamiento de los Espacios Territoriales de manera autónoma y comunitaria, al mismo tiempo que construyen un partido político para las elecciones estatales de Mayo de 2018.
Mientras ellos ponen toda la voluntad de su parte para terminar con el desangramiento de Colombia, es hora que el Estado presione para el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, cuyos compromisos parecen estar costando más de lo que se esperaba. Pero sobre todo el Gobierno debe asegurar que quede blindado de cara a las elecciones ya que las consecuencias de su ruptura serían nefastas para el país.
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Esperemos que esta vez si dejen que se organice una gran fuerza de izquierdas en Colombia .
Aunque dudo mucho que la oligarquía Colombiana y gringa lo permita.
Los antecedentes son nefastos para la clase trabajadora
Estupenda crónica, gracias.
El camino de la Paz es complejo, pero el reto merece la pena para toda Colombia. Más de 50 años de conflictos armados presentan muchas dificultades para cerrar las heridas, sobre todo si mete baza el es.presidente intoxicador profesional Uribe (impulsor de los paramilitares con el montonazo de dinero regado de USA para desplegar el plan "Colombia").
Le deseo a Colombia mucha suerte con el proceso de Paz, de todo corazón, porque se lo merecen.