Argelia
Sana helwa ya gamil! Feliz cumpleaños Hirak

“Somos nosotros o este poder”, entonaban los manifestantes en las movilizaciones de la semana pasada —unos diez mil reunidos en la capital Argel— para reclamar el fin del Estado militar, hacer presión sobre el nuevo gobierno de Abdelmadjid Tebboune, y exigir la puesta en libertad de los detenidos por delitos de opinión.

aniversario hirak argelia
Manifestación por el primer aniversario del hirak. 22 de febrero Zoheir Aberkane
26 feb 2020 14:53

“Lo que ha pasado en Argelia es histórico”, escribíaHamza Hamouchene  en abril del año pasado. Sí, y lo que queda por venir también. Son ahora 53 las semanas durante las cuales las y los estudiantes, pensionistas, militantes, y la social civil en general se manifestó, a ritmo de dos veces a la semana, “los martes de los estudiantes” y los viernes. Una movilización anti-régimen que nació el 22 de febrero del año pasado, a raíz de la contestación contra el quinto mandato del que fue presidente durante más de 20 años, Abdelaziz Bouteflika, pero cuyas reivindicaciones fueron creciendo a medida que el movimiento se ampliaba.

“Somos nosotros o este poder”, entonaban todavía los manifestantes en las movilizaciones de la semana pasada — unos diez mil reunidos en la capital Argel— para reclamar el fin del Estado militar, hacer presión sobre el nuevo gobierno de Abdelmadjid Tebboune, y exigir la puesta en libertad de los detenidos por delitos de opinión. 10.000 son relativamente pocos, pensarán algunos, en comparación con las cifras de febrero de 2019, con manifestaciones que juntaron cerca de 800.000 personas, llegadas de los barrios más populares como Bab El Oued o de otras ciudades del país, como Tizi Ouzou, Constantina, Orán o Bugía. “Lo importante no son las cifras, sino el mantenimiento del movimiento”, justifican todavía algunos estudiantes. Un movimiento que nació de la exasperación del pueblo argelino y que pasó a ser el prólogo de la resurrección de un pueblo todavía arraigado en la historia de los viejos demonios de su pasado.

Los orígenes

Argelia estaba atravesada por una grave crisis multidimensional, a raíz de la crisis política del golpe militar de 1992 y de la guerra civil que siguió, denominada “década negra”, por la cual una generación entera vio en Europa un futuro radiante que nunca pudo imaginar en su propio país, y eso cerca de 30 años después de la declaración de independencia. Autores y filósofos suelen acudir a la palabra “esquizofrenia” para describir a la sociedad argelina, en un punto medio entre el reconocimiento eterno a los héroes de la guerra de independencia y la exasperación ante la farsa electoral, que esos mismos héroes protagonizaron después.

Argelia
Argelia se levanta contra la reelección de Bouteflika

La población argelina lleva semanas movilizada tras el anuncio de Bouteflika de que se presentaría para un quinto mandato. El poder reacciona planteando la celebración de elecciones anticipadas una vez el presidente revalide su puesto en unos comicios sin participación de la oposición.

El ridículo de la situación era de tal magnitud que el presidente Abdelaziz Bouteflika, tras sufrir dos accidentes cerebrovasculares, fue reelegido sin intervención pública por su parte durante la campaña de 2014. No podía estar más callado. De hecho, ya no hacía ninguna comparecencia pública, y muchos ciudadanos contaban “haber olvidado como era su voz desde 2012”. Sus representantes se encargaban de hacerle presente a través de un cuadro —con una foto obsoleta que simbolizaba perfectamente la congelación de imagen de la política argelina—, una especie de lienzo fantasma que arrastraban en cada celebración, desfile militar y reunión política.

Asimismo, la “política del cuadro” también tuvo consecuencias sobre la producción cultural del país, un desierto estancado entre escasas subvenciones económicas y poca presencia en el panorama urbano y la agenda cultural de las grandes ciudades. A pesar de ello, es la cultura la que mejor retrata la angustia vital que comparten muchos, y sobre todo las mujeres, como se aprecia en la película Les Bienheureux [Los afortunados] de Sofia Djama (2017), o el libro Hizya de Maïssa Bey (2015), dos obras contemporáneas que narran con pertinencia la condición de las mujeres argelinas, relegadas al estatus de ciudadanas de segundo plano, de “perpetua menor”, como se estipula en el Código de la Familia, un reglamento heredado de la Sharía islámica y puesto en marcha por el propio FLN (Frente de Liberación Nacional, partido que lideró la independencia en 1962) en 1984.

Tras la caída del precio del petróleo en 2014 —recordemos que la economía del país se basa en su casi totalidad sobre la exportación del combustible—, el crecimiento de las desigualdades económicas, los casos de corrupción que pululan a lo largo de los mandatos y el salario medio que no sobrepasa los 300€ (41.0000 dinares argelinos), las esperanzas de la nueva juventud argelina se ahogan entre estadios de fútbol, casas cerradas a cal y canto y pateras de plástico que atravesarán el Mediterráneo en busca de la Europa dorada que les prometieron.

Sí, en estadios de fútbol, porque las manifestaciones están prohibidas por un presidente que guarda el poder como un bien sagrado suyo —no acepta reuniones con sindicatos, rechaza negociaciones con otros partidos y hace oídos sordos frente a las pocas contestaciones ciudadanas— y secuestra todos los espacios públicos. Es dentro del estadio del USMA, el primer club de fútbol de la capital, que nace el himno La Casa d'El Mouradia un canto de los hinchas, inspirado por el “Bella Ciao” de la serieLa Casa de Papel (como lo explican ellos mismos), escaparate musical del malestar ambiental que caracteriza a la juventud de la década del 2010:

“El primer [mandato], diremos que ha pasado, nos engañaron con la década [negra]/En el segundo, la historia se esclareció, la Casa d'El Mouradia/En el tercero, el país perdió peso, por culpa de los intereses personales/En el cuarto, el muñeco ha muerto y la historia sigue (...) /El quinto [mandato] seguirá, el negocio se concluirá”.

El grito al unísono traspasó las fronteras del estadio y aterrizó en las calles de la capital, el 29 de noviembre de 2018, pocos meses antes de la fecha oficial del nacimiento del movimiento, cuando el pueblo desbordó el centro de Argel, y desafió la autoridad del gobierno, con gritos de “los hijos del barrio son nuestros mártires” en referencia a la juventud de los barrios populares, que con veinte años se lanzan a ciegas para cruzar el Mediterráneo. Si bien este tanteo no tuvo el efecto rebote que esperaba, otro evento provocó la ira que iba a transformarse en ola de marea: el 2 de febrero, el Presidente de la Asamblea Nacional, Moad Bouchareb, anunció lo que todos esperaban, el FLN eligió a Bouteflika como candidato para las siguientes elecciones. Este anuncio suscito indignación, pero nadie esperaba el increíble estallido popular que se preparaba, el factor detonante del segundo capítulo de una revolución que había empezado más de cincuenta años antes…


“No es un acto de manifestación, sino de desobediencia” 

De manera espontánea nació el histórico 22 de febrero, más o menos. Varios eventos fueron creados y compartidos en las redes — siendo —Facebook la red social más usada sobre todo entre la juventud— se convocaron marchas en las grandes ciudades del país, a las cuales acudieron centenares de miles de personas, con gritos de “Ni Bouteflika, ni Saïd!” (su hermano, mano derecha del poder), “Sistema, sal de aquí!”, “El pueblo quiere que el régimen caiga”, o “¡Poder, asesino!”, con referencia a la famosa canción de Cabilia, Pouvoir Assasin Lemas que no se oían en las cadenas de televisión y medios de comunicación públicos, sino por Periscope, Twitter y Facebook Live. Este chiste que circulaba: “Tenemos dos planes: el plan A, como Abdelaziz. ¡Y el plan B, como Bouteflika!”, resume con exactitud la intransigencia del gobierno.

Pocos días después, el movimiento estudiantil decidió seguir con la movilización, para disgusto de los dirigentes de las organizaciones de las principales universidades, e institucionalizaron los denominados “martes de los estudiantes”, que siguen a día de hoy. Muy rápidamente, la población entiende el rechazo firme del gobierno hacia una amenaza real que tomaba por fin las calles, y los periodistas fueron los primeros en denunciar la connivencia de los grandes medios de comunicación con el régimen, las conexiones lentas a Internet o la denegación de visados a corresponsales extranjeros que acudían a cubrir el levantamiento.

Para muchos de los manifestantes el 22 de febrero marcó un antes y un después en la historia del país, porque se reapropiaron un espacio publico confiscado durante mucho tiempo. Y por mucho tiempo más tenían la intención de ocuparlo

De manera inesperada, para muchos de los manifestantes el 22 de febrero marcó un antes y un después en la historia del país, porque se reapropiaron un espacio publico confiscado durante mucho tiempo. Y por mucho tiempo más tenían la intención de ocuparlo: lo que hace que la revolución sea realmente inédita es su escala masiva, su carácter pacífico (no en vano la llaman “revolución de las sonrisas”), y su difusión nacional, incluido el sur históricamente marginado. El país nunca había sido testigo de una movilización tan amplia, desde la celebración de la independencia en 1962. Y siguieron incansablemente las movilizaciones semanales, durante todo el verano y a pesar de las consecuencias represivas y de los encarcelamientos continuos.

Si el pueblo argelino vivió estas revueltas bajo el prisma de sentimientos fuertes como el decaimiento, la ira, lahogra (palabra en árabe y bereber que caracteriza la humillación publica, el desdén social por parte de las élites), desde el otro lado del Mediterráneo nos preguntábamos: ¿Cómo explicar que los principales medios occidentales pasen por alto esta incansable movilización, que cae en el olvido mediático cuando vuelve a alcanzar su apogeo semana tras semana en un país que está constituyendo los cimientos de su segunda revolución?

El decaimiento, la ira, la hogra.Pero señales de esperanza, también. Las ganas de entender y comprometerse, el análisis político, y la efervescencia de iniciativas populares por parte de muchos desilusionados. “Pensábamos que lo que caracterizaba el movimiento de protesta era una especie de vuelta a la realidad de la ciudadanía. La gente se ha hecho consciente de su pertenencia a un conjunto, saben que tienen derechos pero también responsabilidades en la obtención de estos derechos. Y decidimos ayudarles a que se junten”. contaba al periódico Le Monde Smaïl Chertouk, fundador de una aplicación móvil Netlagaw ([Nos juntamos], en derija).

En marzo 2019 también nacía la hoy por hoy renombrada página Facebook Fahemny Politique, una cuenta participativa que publica contenidos en árabe, francés, bereber y derija, para sensibilizar a los internautas sobre términos sacados de discursos y conceptos políticos. Más allá de las explicaciones sobre el papel de las instituciones, los voluntarios (muchos de ellos estudiantes) introducen vídeos sobre la revolución georgiana, las movilizaciones en Chile o el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos.

La página Ekteb “diario íntimo de la revolución”, concede la palabra a estudiantes que quieren dar testimonio de sus primeros pasos en un proyecto común y comprometido, “con el objetivo de animar y llamar a los y las argelinas a que expresen por escrito su rebelión, sus reivindicaciones, sus temores y sus esperanzas para liberar la palabra mientras [están] liberando a la calle”.

Fuera del mundo digital también, numerosas asociaciones nacen en la comunidad académica y se suman a las propuestas asociativas ya existentes como Rana Rana Hna o Nabni. El sentimiento de recuperación del destino colectivo termina por liberar las energías, reprimidas durante mucho tiempo. Por primera vez, de las manifestaciones salen eslóganes como “No quiero dejarte, Argelia mía” o “Rana hna!” [Estamos aquí!]. Para muchos, Argelia hacía acto de presencia varios años después de su ausencia durante las primaveras árabes, y con símbolos sacados de la propia revolución del 62: los yuyus en las calles, y la presencia preponderante de las mujeres.

Argelia
Feministas en la línea de frente del levantamiento argelino

Leïla Ouitis, feminista, organizadora de inquilinos y profesora franco-argelina que trabaja en Seine-Saint-Denis, cerca de París, ha sido testigo de primera mano de las protestas en Argelia y ofrece sus reflexiones sobre las raíces socioeconómicas del levantamiento popular, los diferentes grupos involucrados en el movimiento y el papel jugado por las feministas en las protestas.


Desde el inicio de las movilizaciones, y a raíz de los llamamientos de los colectivos feministas, la asistencia de las mujeres iba aumentando. Cada viernes, en la capital, las mujeres organizaban el llamado “cuadrado feminista” dentro de las propias manifestaciones. Por iniciativa del colectivo Femmes Algériennes pour un Changement vers l'Egalité, las activistas Saadia Gacem y Faïka Medjahed, acompañadas de otras 16  mujeres, firmaron una declaración apelando a la “plena y entera igualdad” entre ciudadanas y ciudadanos sin distinción de género, clase, región o creencias”, y anuncian la creación de un “espacio (carré) feminista [...] para tomar en cuenta la representatividad paritaria de las mujeres en todas las iniciativas del Hirak”. A pesar de las muestras de solidaridad por parte de la sociedad, algunas señalan falta de concienciación, como en las convocatorias para la manifestación del 8 de marzo:

“Leímos en las redes sociales que más mujeres teníamos que salir en las calles para apoyar a los hombres. No, las mujeres somos ciudadanas de pleno derecho!” explica Amel Hadjadj, 32 años, miembro del FACE.

Las mujeres se movilizaron también para la supresión del Código de familia que autoriza la poligamia cuando es concedida por un juez, no concibe la igualdad de herencia entre hijos e hijas y quita la custodia a una mujer divorciada si vuelve a casarse     

Se movilizaron también para la supresión del Código de familia —modificado en 2005— que autoriza la poligamia cuando es concedida por un juez, no concibe la igualdad de herencia entre hijos e hijas y quita la custodia a una mujer divorciada si vuelve a casarse. Así, en las primeras protestas, se podían oír lemas como “¡A la basura el Código de familia!” o “¡No es código de familia es código de la infamia!”. El movimiento feminista argelino fue violentamente golpeado durante la década negra, una guerra civil en la cual se enfrentaban islamistas y gobierno militar. Así lo cuenta Mounia Meddour, en su ultima película Papicha, en la cual narra los primeros momentos de la década negra desde el personaje de una estudiante que soñaba con ser estilista.

Tras las primeras semanas, se planteó la idea de darle un nombre a este movimiento: “revolución de las sonrisas” (silmiya silmiya, “en paz”, por su carácter pacífico), la “primavera argelina”, y llegó de Yemen la palabra Hirak (“movimiento”), aunque bastante controvertida. El periodista Chafik Ben Guesmia consideraba que la palabra Hirak se usó para no ofender al régimen al hablar de una revolución. Sin embargo, lo importante era coincidir en una toponimia que caracterizaba a la perfección el ambiente de este movimiento: unas reivindicaciones firmes en el marco de reencuentros alegres, familiares, generosos, tal como se vivían en las calles de las grandes ciudades: con reparto de agua, pasteles y otros alimentos. También acudían estudiantes de medicina, dispuestos a ayudar con primeros auxilios, y equipos de limpieza que se encargaban de dejar las calles impolutas tras el paso de los manifestantes. Así nació el “espíritu del 22 de febrero”.

No todo fue revolución de las sonrisas

El 2 de abril, Bouteflika dejó su cargo, renunciaba. ¿Y ahora qué? Muy lejos de pensar que los y las ciudadanas se contentarían con esto, las manifestaciones siguieron, y con más fuerza. Que se fuese uno, no importaba mucho, sino que el objetivo buscaba la renovación total de la clase política vía el neologismo dégagisme [que se larguen] de todos los viejos dinosaurios de la política argelina. Y quien dice “lárgate” por un bando, dice “tú también” por el otro.

Argelia
Argelia en revuelta: “¡Nos despertamos y vosotros lo pagaréis!”

Argelia atraviesa desde hace tiempo una grave crisis multidimensional. El país ha experimentado una crisis política durante décadas, en particular desde el golpe militar de 1992 y la brutal guerra civil que siguió.


Ahmed Gaïd Salah, quien heredó de facto la dirección del país tras el desistimiento (que él mismo apoyó) de su amigo de larga data, tomó el liderazgo de una sociedad en ebullición que pidió inmediatamente su marcha. Es decir que Gaïd Salah actuó con puro cinismo y los manifestantes no se lo perdonaron. Vía un cambio de bando ideológico contra los que eran sus aliados políticos, regaló las cabezas de los manifestantes, un golpe final arribista y sediento de poder que dejaba temer un escenario al estilo egipcio. Su ejercicio del poder se caracterizó de inmediato con la detención de centenares de opositores, limitó la circulación de los manifestantes y prohibió la bandera bereber.

Un ejemplo muy claro es el encarcelamiento del dibujante de cómics “Nime” (cuyo verdadero nombre es Abdelhamid Amine). Muy inspirado por el levantamiento popular, produjo una multitud de caricaturas sobre la actualidad del país, obras que se compartieron a gran escala en las redes sociales y que causaron su detención el 26 de noviembre pasado.

Como “Nime”, se les llamaron los “detenidos del Hirak”. En diciembre del año pasado, todavía eran 151, según el Comité Nacional por la Liberación de los Detenidos (CNLD) y la Red contra la represión. Nunca, desde la guerra civil de los años 90, Argelia había vivido al ritmo de detenciones políticas tan frecuentes, y las autoridades las usaban como arma de disuasión para prevenir más manifestaciones. Por otra parte, la liberación de los detenidos políticos inspiraron un nuevo grito de guerra común de la contestación popular: pancartas, banderas con fotos de los encarcelados y cantos en su honor les convirtieron en el nuevo elemento impulsor del Hirak.

Ellas y ellos son Nour El Houda Oggadi, estudiante de la ciudad de Tlemcen; Mohamed Tadjadit, poeta de la Casbah de Argel; Azeb Chikh Adel, periodista en Radio El Oued; Lakhdar Bouregaa, héroe de la guerra de independencia (con 86 años, sin duda el preso político mas adulado de los manifestantes), o Samia Messourci, representante del partido Union para la Democracia (RCD) en la ciudad de Tizi Ouzou. Esta ultima forma parte de los “detenidos del símbolo amazigh (bereber)”, acusados de perjudicar la “unidad nacional” y la “integridad del territorio nacional”.

La bandera amazigh aparece cada vez con más frecuencia en las manifestaciones semanales, fueron blanco de intervenciones violentas por parte de las fuerzas del Estado y quienes las portaban eran a menudo detenidos. Aunque su persecución es inconstitucional, la decisión fue aplicada al pie de la letra con métodos como gas lacrimógeno o constantes registros.

Y tras los meses y la resistencia, cuando parecía que la calma volvía a reinar —el verano fue marcado por un declive de las movilizaciones callejeras y rodeos en la realización de las promesas de cambio, pero numerosas iniciativas nacieron para superar la crisis política, como la creación del Foro Nacional para el Diálogo— las travesías clandestinas continúan con más intensidad, y en este contexto, se anunciaron elecciones generales para el día 12 de diciembre. Mohamed Charfi, dos veces Ministro de la Justicia bajo la era Bouteflika, creó la Autoridad Nacional Independiente Electoral (ANIE) por primera vez, una institución que trabajaría para la separación de los poderes. Desde el lanzamiento de la campaña electoral, el 17 de noviembre, 52 alcaldes de dos regiones de Cabilia —Tizi Ouzou y Bugía— anunciaron que no iban a organizar la votación en sus circunscripciones. Pero la oposición al voto traspasó ampliamente las fronteras de esta zona del país históricamente contestataria: cada viernes, los manifestantes hacían de este boicot su nueva tema favorito con el lema “ulac lvot ulac” [no habrá voto].

Argelia
El Hirak pide el boicot de las elecciones en Argelia

Argelia supera los diez meses ininterrumpidos de movilizaciones en las calles con una fuerte oposición a las elecciones presidenciales del 12 de diciembre


En pos de un doble aplazamiento de las elecciones bajo la presión del pueblo, primero contra el quinto mandato de Abdelaziz Bouteflika cuando el sufragio estaba previsto para el 18 de abril, y luego por falta de candidaturas para la segunda fecha, el 4 de julio, las autoridades contaban con mantener a cualquier precio la organización de estas elecciones. En casi todas las ciudades de Cabilia, la oposición ciudadana cerró y hasta amuralló los recintos electorales, expulsaron las urnas, como explica Mokrane Labdouci, alcalde de la pequeña localidad de Beni Maouche: “Nuestro pueblo rechaza las elecciones. Y nosotros, como representantes, somos la expresión del pueblo. [...] Yo mismo cerré el recinto, no habrá ni revisión de las listas electorales, ni preparación del puesto de votación”.

Lejos de encerrarse entre las fronteras del continente africano, el grito del Hirak llegó hasta los sillones azules del Parlamento Europeo, que aprobó con mayoría una resolución llamando al final de la represión en Argelia. Las ONGs Reporteros sin Fronteras y Amnesty Internacional se hicieron eco del llamamiento, criticando los métodos represivos del régimen militar.

De los cinco candidatos, ninguno convencía a la ciudadanía: en las antípodas del cambio radical esperado, reivindicación primera del movimiento Hirak, los aspirantes a la presidencia eran todos prototipos de la era Bouteflika, con cargos y precedentes políticos. Azzedine Mihoubi (ex Ministro de la Cultura); Abdelkader Bengrina (ex Ministro del Turismo); Abdelaziz Belaid (presidente del movimiento El Mostakbal); Abdemadjid Tebboune y Ali Benfils (ex Primeros Ministros).

Y en este ambiente de tensión transcurrió el día 12 de diciembre, en el que las cámaras de las principales cadenas de televisión (Canal Algérie, Ennahar TV) se empeñaban en prometer imágenes exclusivas en directo, con multitudes que se apresuraban en los recintos electorales de las grandes ciudades. Unas supercherías rápidamente desveladas en Twitter, donde los usuarios reconocieron imágenes de las elecciones de abril 2014, con seis listas presentes en las mesas, una cifra que contrastaba con los cinco candidatos en liza.

Por su parte, la mayoría de los y las argelinas salieron a las calles otra vez más, haciendo acto de presencia frente a los periodistas del mundo entero, testigos de un paso clave en la historia política del país. Algunos se divirtieron con recrear sus propias elecciones, y las calles de Argel se transformaron en el escenario de una burla satírica, un tipo de humor que dominan tan bien los que han sido espectadores de lo políticamente burlesque.

Sin violencia pero sin credibilidad tampoco, las elecciones fueron validas para el conjunto de la clase política, a pesar del amplio rechazo que suscitaron, calificadas de “elecciones fraudulentas”. Algunas informaciones apuntan a que no habría votado ni el 10% de la población, (la tasa oficial de participación fue casi el 40%). Incluso si los resultados oficiales fueran ciertos, habrían votado menos de nueve millones de habitantes (de los más de 41 millones).

Como resultado de esta tómbola electoral salio Abdemadjid Tebboune, político veterano, tecnócrata, el que mejor encajaba en las artimañas del juego de marionetas político. Un hombre que encarnaba el régimen a la vez que pretendía luchar contra sus derivas oligárquicas, Tebboune sirvió al régimen argelino desde 1975. Mano de hierro en guante de seda. Cinco veces ministro bajo la época Bouteflika, se convierte en el brazo derecho del General Gaïd Salah, y en el objeto de burla de las y los ciudadanas.

Llega el 23 de diciembre, nuestros móviles sonaron a las 8 de la mañana, un domingo. Una nueva notificación: muere Ahmed Gaïd Salah, Jefe del Ejército argelino. Segundo, “¿Y ahora qué?” de la cronología Hirak. En un país en el cual Ejército y Ejecutivo trabajaban hombro con hombro, la noticia estuvo en el centro de los debates, y muchos estaban a la espera de comprobar si la muerte del prominente general desestabilizaría aun más un movimiento que atravesaba una época convulsa. Si qQueremos un estado civil, no uno militar” era uno de los lemas de las movilizaciones, el Ejército seguía teniendo el papel de mando. Los métodos cambiaron, el fondo seguía intacto.

La construcción de una Argelia libre y democrática

Entonces. ¿Ha encontrado el Hirak un compromiso político en este traspaso de poderes inesperado? ¿Está en un callejón sin salida? Mientras tenía un rol representativo durante la época Bouteflika, Ahmed Gaïd Salah se convirtió en una fuerza política central durante sus últimos meses de vida, ferviente defensor de las elecciones. Con su muerte, la incertidumbre con respecto al papel del Ejército creció aun más. Un año después de la primera manifestación que cambió el panorama político y social de Argelia, la sociedad civil cree todavía en una vía ciudadana, sin embargo obstaculizada por una neblina tenaz: la libertad de prensa sufre ataques diarios, aun son muchos los presos políticos que se encuentran entre rejas y la crisis política sigue muy viva.

No obstante, del movimiento Hirak hay conclusiones que podemos sacar a la luz, como un balance del cambio drástico de la sociedad argelina, a pesar de los intentos del régimen de regenerarse. Laboratorio de la rebelión pacifica y festiva, el Hirak fascina al mundo entero por su no-violencia. La fuerza de este movimiento reside también en que no tenga representante, y pone de relieve la irrupción del pueblo en el corazón del escenario.

El movimiento estudiantil, lejos de las críticas ásperas con respecto a una supuesta falta de organización, trabaja con reivindicaciones claras y en línea con las exigencias iniciales del levantamiento: una transición democrática negociada, apertura política y mediática, separación de poderes, reducción de las atribuciones del jefe del Estado, la independencia de la justicia, la disolución de las dos Cámaras parlamentarias, la revisión de las leyes adoptadas en 2019, la disolución del FLN, del RND (“Rassemblement National Démocratique”, partido aliado del FLN) y de los sindicatos aliados, la continuación de la lucha anti-corrupción y la organización de una conferencia nacional popular soberana.

Por otra parte, el periodista Khaled Drareni advierte que “los argelinos no se dejen engañar y saben que el poder está contra el Hirak, aunque pasen el tiempo glorificándolo”. La vida política de ahora en adelante será marcada por una dualidad clara, la del pueblo contra el núcleo burocrático-militar del régimen, y esta movilización histórica, tan espontánea como esperada, tiene que seguir con la misma dinámica con la cual nació: con la mirada hacia la construcción de una Argelia libre y democrática.

Empieza el año II de la revolución.

Argelia
El Hirak no abandona las calles de Argelia tras un año de movilizaciones contra el gobierno

El viernes millones de personas salieron de nuevo a las calles para exigir la dimisión del aparato gubernamental. Cantaban que no estaban ahí para festejar, sino para tumbar el ejecutivo. Respondían así a los intentos de capitalización del hirak, cuyo aniversario ha sido declarado festivo nacional por el gobierno


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#48155
27/2/2020 19:57

Pasarán otras 53 semanas y nada cambiará, no solo en Argelia, sino en todos los países árabes y otros parecidos, temen si abdican, serán juzgados por el pueblo, tomaron ejemplo con la revolución irani, los sistemas perduraran.

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