Alemania
En Alemania, la recomposición política avanza a gran paso

La crisis de los refugiados y la relación con la periferia sur europea están redefiniendo el sistema político alemán hacia la derecha. El liderazgo de la izquierda de Die Linke intenta traducir el éxito de Podemos o la Francia Unida de Melenchon.

Protesta en solidadridad refugiados Berlín
Protesta en Berlín en solidaridad con las personas refugiadas y contra las restricciones migratorias. Hossam el-Hamalawy
10 jul 2018 06:26

En el corazón de una Europa en pleno desasosiego, donde cada cita electoral confirma una recomposición política rápida y radical motivada sobre todo por el ‘dégagisme’ [del grito de la oposición popular tunecina contra el dictador Ben Ali: “dégage!”, “¡lárgate!”] contra élites detestadas, Alemania parecía ser la excepción durante mucho tiempo. Sin embargo, solo tres meses después de la difícil formación de un cuarto gobierno dirigido por Angela Merkel, el mismo parece ya fracturarse en relación con la cuestión migratoria. En paralelo, la extrema derecha continúa progresando e inspira cada vez más a los partidos de derecha clásica que buscan nuevo aliento. En frente, el SPD sigue perdiendo su estatuto de gran partido de la izquierda alemana, los ecologistas parecen mantener su potencia electoral, y Sarah Wagenknecht busca romper el techo de cristal al que ha llegado Die Linke. Así, toma forma una gran recomposición de la escena política alemana, a la vez similar a otras en Europa y única en su tipo.

El electorado de la CDU-CSU está envejeciendo y compuesto sobre todo de jubilados acomodados o de trabajadores autónomos que desean prolongar un contexto económico que les es favorable

El fin de una época

Si la renovación de Angela Merkel por otros cuatro años en la cancillería alemana tras las elecciones legislativas del pasado septiembre no ha sorprendido a nadie, deducir una inercia política total más allá del Rhin sería un grave error. Sin duda, la canciller todavía dispone de un cierto talento político y de una imagen bastante buena, y aún puede igualar el récord de longevidad en el poder —16 años, de 1982 a 1998— de su mentor político Helmut Kohl. Sin embargo, si la Unión democristiana que ella dirige reunió un tercio de los votos el año pasado, dominando de forma generalizada al resto del espectro político, la continuidad y la estabilidad propuestas parecen seducir cada vez menos. El electorado de la CDU-CSU está envejeciendo y compuesto sobre todo de jubilados acomodados o de trabajadores autónomos que desean prolongar un contexto económico que les es favorable. Para el resto de la población, este proyecto político seduce poco, tras más de doce años de ejercicio del poder por Angela Merkel. Menos aún cuando hay numerosos problemas que consideran que no están correctamente tratados por el poder actual, en concreto la cuestión migratoria y las crecientes desigualdades.

La difícil formación de un nuevo gobierno lo atestigua: seis meses, alimentados por numerosas peripecias, fueron necesarios para lograrlo. En efecto, los democristianos intentaron en primer lugar establecer una “coalición Jamaica” [por los colores de los partidos: negro, amarillo y verde] con los liberales del FDP y los ecologistas de Die Grünen, en respuesta a la voluntad del SPD de volver a la oposición para a continuación relanzarse mejor. Después de muchas discusiones, el dirigente del FDP Christian Lindner terminó por anunciar su negativa a participar de una alianza política así, juzgando el acuerdo preliminar de gobierno como demasiado imperfecto para su gusto. Con el fin de evitar nuevas elecciones que sin duda habrían hecho reducirse aún más su base electoral y usando el miedo a una nueva progresión de la extrema derecha, el líder del SPD Martin Schulz se mostró entonces dispuesto a renovar la “Grosse Koalition” con la CDU-CSU a cambio de mínimas concesiones. Al final de un breve movimiento de contestación denominado “NoGroKo” llevado a cabo principalmente por la facción joven del partido y de una votación interna, el SPD aprobó esta opción, lo que desembocó en la creación del gobierno actual, en marzo de 2018. Desde entonces, Alemania se contenta con aplicar la misma política ordoliberal que anteriormente, diga lo que diga el SPD, que prometía un giro al obtener el ministerio de Finanzas hasta entonces ocupado por Wolfgang Schaüble. 

Parece estar en discusión una nueva coalición sin la CSU y con los Verdesy el SPD, pero la separación CSU-CDU no dejaría de ser una tormenta política
Ahora, el gobierno Merkel IV se fisura, a medida que crecen ciertos apetitos políticos, en particular el de Horst Seehofer, ministro de Interior y líder de la CSU bávara (partido hermano de la CDU en el seno de “Die Union”, presente solo en Baviera e históricamente más conservador). Jugando con la ola de oposición a la llegada de migrantes a Alemania y en vista de las elecciones bávaras de octubre, Seehofer ha reclamado una vez más nuevas medidas para más expulsiones con ocasión de un encuentro con el muy derechista canciller austríaco Sebastian Kurz. Si esta insistencia en la cuestión migratoria dura desde 2015, esta vez ha abierto una nueva etapa, con la amenaza de una ruptura de la alianza entre la CSU y la CDU, la cual privaría a Angela Merkel de mayoría en el Bundestag. Parece estar en discusión una nueva coalición sin la CSU y con los Verdes —que apoyan la política de acogida de migrantes— y el SPD para permitir evacuar al engorroso ministro de Interior, pero la separación CSU-CDU no dejaría de ser una tormenta política. Más allá de las maniobras de Seehofer, de la misma forma hay que aguardar cada vez más sobresaltos internos entre los democristianos por parte de una generación de nuevas promesas impacientes por ejercer el poder ahora que Angela Merkel va cuesta abajo.
Es ante todo hacia la derecha como ha empezado la recomposición política alemana, teniendo como desencadenantes la crisis del euro de comienzos de la década de 2010 y después la crisis migratoria

Así, se prepara un fin de reinado, no obstante las ridículas presentaciones teleológicas que incluso recientemente calificaban a Angela Merkel como “la mujer más poderosa del mundo” o “líder del mundo libre”. Sobre todo, son principalmente los fundamentos de la política alemana de posguerra los que se derrumban unos tras otros: el compromiso económico socialdemócrata fue desmantelado por las reformas liberales del canciller Gerhard Schröder (SPD); el bipartidismo tradicional, con el FDP como punto de apoyo, desaparece a medida que la CDU-CSU y el SPD ceden terreno frente a otros partidos; la extrema derecha volvió con fuerza al Bundestag el año pasado, y ahora, he aquí que la alianza CDU-CSU, tan vieja como la República federal, se pone en cuestión. Lejos de constituir un episodio político menor, la declaración de Seehofer es la expresión de una crisis política mucho mayor, y de enormes cambios en el futuro.

¡Todo a la derecha!

Es ante todo hacia la derecha como ha empezado la recomposición política alemana, teniendo como desencadenantes la crisis del euro de comienzos de la década de 2010 y después la crisis migratoria que dura desde 2015. En efecto, estos importantes acontecimientos, de los cuales la política deseada por Berlín es directamente responsable, han llevado a una mutación profunda, y a un auge, de los partidos de derecha, como es visible en otros lugares de Europa. Después de la multiplicación de las dificultades financieras de los países del sur de Europa, cada vez más dependientes industrialmente de Alemania, la AfD (Alternative für Deutschland, extrema derecha) ve la luz en 2013 como partido anti-euro, acusando a los países del sur de vivir a crédito subidos a la espalda de los contribuyentes alemanes, primeros contribuyentes a los planes “de ayuda” austeritarios. Después, cuando Alemania acogía a más de un millón de refugiados en 2015 con el fin de poner freno a su declive demográfico, el partido se concentró en la oposición a la inmigración, las cuestiones securitarias y criticó cada vez más violentamente al islam, dando nacimiento a la primera formación política de extrema derecha alemana desde la Segunda Guerra Mundial. Ahora codo a codo con el SPD por el segundo lugar en los sondeos, la AfD es de esta forma producto directo de la Europa ordoliberal de Angela Merkel que ha desindustrializado los países de Europa del Sur y convertido en imposible toda gestión humana de la inmigración por parte de esos países empobrecidos, llevando a una catástrofe humanitaria.

El éxito fulgurante de la AfD inspiró rápidamente al FDP, ausente del Bundestag entre 2013 y 2017, que vio su electorado engullido por los democristianos después de haber gobernado con ellos durante el segundo mandato Merkel (2009-2013). Con el objetivo de seducir a los electores que partieron hacia la CDU-CSU, Christian Lindner decidió adoptar la retórica de intransigencia presupuestaria y de rechazo de la ayuda financiera a los países de Europa del Sur abandonada poco a poco por la AfD. Esta estrategia, combinada con una oposición creciente a la inmigración y a una campaña de comunicación focalizada sobre la personalidad de Linder, permitió al partido conseguir un resultado relativamente alto el año pasado, 10,7%. La negativa a participar en una nueva coalición con los democristianos y los ecologistas se explica así por la voluntad de oponerse desde la derecha a la CDU-CSU y continuar trasvasando votos desde la reserva electoral tradicional de Angela Merkel.

Actualmente, estas dos crisis alcanzan el corazón de la derecha alemana tradicional, a saber, la CDU-CSU. A pesar del apoyo del SPD al proyecto de reforma de la zona euro de Emmanuel Macron –que apuntaba hacia la creación de un Ministerio de Finanzas de la zona euro y hacia nuevos instrumentos de control de los presupuestos nacionales para reforzar mejor el control de la UE sobre los estados miembros de la unión monetaria-, Merkel se opuso vigorosamente, con el fin de no ceder más terreno político al FDP. La corta fase de acogida masiva de refugiados en 2015 fue rápidamente reemplazada por una política de lucha contra la inmigración, principalmente por voluntad de la CSU. Hay que decir que el clima político-mediático se ha vuelto candente respecto a este tema a medida que la competición securitaria se desplegaba y que los acontecimientos concretos venían a reforzar la asimilación de los refugiados con un vasto grupo de terroristas y criminales. Último ejemplo: el asesinato y violación de una adolescente por un solicitante de asilo iraquí, a quien se le denegó en 2015 y permaneció en el país ilegalmente desde entonces.

La disgregación de los votos de derecha en Alemania podría sin embargo resolverse mediante una alianza entre derecha “tradicional” y “extrema”

La competencia política en la derecha sobre los temas securitarios, identitarios y sobre el euro se ha hecho así cada vez más fuerte estos últimos años, adoptando cada partido posiciones y declaraciones más radicales para diferenciarse de los otros o con la esperanza de no ceder terreno. Es altamente probable que esta lógica beneficie sobre todo al más radical, a saber la AfD, al preferir los electores el original a la copia. Hay que señalar asimismo que la candidata de la AfD para la cancillería en 2017, Frauke Petry, abandonó el partido poco después de las elecciones para crear su propio partido de derecha conservadora con la ayuda de algunos antiguos cuadros de la AfD: el partido azul (Die Blaue Partei). Esta escisión se basa sin duda en una ambición personal, comparable a la de Florian Phillippot en Francia, aunque las divergencias programáticas entre los “azules” y los “patriotas” existen. La disgregación de los votos de derecha en Alemania podría sin embargo resolverse mediante una alianza entre derecha “tradicional” y “extrema”, como fue el caso durante la campaña de las elecciones italianas –entre la Lega de Matteo Salvini y Forza Italia de Silvio Berlusconi- o en Austria, donde Sebastian Kurz –ÖVP, derecha “tradicional”- gobierna con el FPÖ. Aunque este tipo de alianza se ha extendido cada vez más, un largo período de “normalización” de la extrema derecha la precede a menudo –como en Austria, donde el ÖVP y el FPÖ ya gobernaron juntos entre 1999 y 2005-, mientras que la derecha radical es un fenómeno reciente en Alemania. En el futuro próximo, en todo caso está claro que la política de inmigración y europea de Alemania seguirá endureciéndose.

Fascismo
AfD: nazis en la Alemania del siglo XXI
Los precarios han sido convencidos para votar por el AfD creyendo que formarían parte de una “rebelión de los olvidados”.

La “izquierda” también en plena reestructuración

Las fuerzas políticas comúnmente calificadas como “de izquierda” conocen también numerosas convulsiones. En primer lugar, el SPD, partido socialdemócrata histórico que trabajó durante decenios por más justicia social y por una cogestión de las grandes empresas entre sindicatos y patronal, parece ahora tan en declive como los otros partidos socialdemócratas europeos, sancionados por su política neoliberal. A ese respecto, el efímero liderazgo de Martin Schulz, anteriormente presidente del Parlamento Europeo, llama la atención: elegido por plebiscito -100% de los votos- en un congreso del partido en marzo de 2017 y disfrutando de un entusiasmo mediático por su candidatura, sube en las encuestas, antes de volver a caer igualmente rápido y de encajar varias derrotas en los Länder donde el SPD es históricamente fuerte. Martin Schulz lleva al partido a su resultado federal más débil desde 1945, 20,5%, y acaba por ser forzado a abandonar la presidencia del partido después de haber aceptado formar una nueva gran coalición con Angela Merkel, contrariamente a su promesa durante las elecciones. El desgaste tan rápido de una figura política principal del SPD demuestra que la insatisfacción de los militantes frente a la orientación seguida por el partido es creciente, alimentando plenamente el ‘dégagisme’. El ambiente actual en el SPD es moribundo, la energía militante ausente, y la nueva presidenta del partido, Andrea Nahles, ministra de Trabajo de 2013 a 2017 y que apoya la “GroKo”, parece no disponer ni del carisma ni de la voluntad de ruptura con el centrismo merkeliano que reclaman los electores.

A juzgar por las encuestas, los primeros beneficiarios del voto de castigo contra el SPD parecen ser los Verdes

A juzgar por las encuestas, los primeros beneficiarios del voto de castigo contra el SPD parecen ser los Verdes, que han crecido recientemente varios puntos, mientras que Die Linke es estable. Sin embargo, estas ligeras variaciones estadísticas no significan nada en ausencia de elecciones y los Verdes podrían claramente correr la misma suerte que el SPD si acordaran unirse a la CDU y el SPD en el gobierno. Según el académico de ciencias políticas Alan Confesson, el electorado de Die Grünen es “volátil, poco politizado, mayoritariamente arraigado en la izquierda y bastante joven”, elementos que podían ser desfavorables al partido en un contexto de repolitización y radicalización. Las únicas orientaciones políticas claras de Die Grünen y de sus militantes son la ecología y la acogida de refugiados, siendo muy numerosas las contorsiones ideológicas sobre los demás temas, en particular el reparto de la riqueza. Con el desplome del SPD y la perspectiva de sustituir a la CSU en el seno del gobierno Merkel, no hay duda de que los electores alemanes pronto tendrán opiniones definitivas sobre la política propuesta por los Verdes.

Die Linke creció sensiblemente en varias metrópolis del oeste el septiembre pasado, seduciendo a antiguos electores del SPD o de Die Grünen

Finalmente, Die Linke, salido de la fusión del sucesor del antiguo partido único de la RDA (PDS) y de disidentes del SPD bajo Gerhard Schröder (WASG), de igual forma está ante cambios fundamentales. Mientras que las últimas elecciones al Bundestag han mostrado el estancamiento del partido alrededor del 10% de los votos, la sociología y la distribución geográfica del voto por Die Linke se transforma. El partido de izquierda radical consigue siempre sus mejores resultados en la ex RDA pero su electorado popular es cada vez más disputado por la AfD, ahora segunda fuerza política en el este. Al contrario, Die Linke creció sensiblemente en varias metrópolis del oeste el septiembre pasado, seduciendo a antiguos electores del SPD o de Die Grünen. Así, el partido puede esperar progresar más ante los electores de sensibilidad de izquierda y obtener más poder en un cierto número de municipios en el futuro. Incluso si el carácter proporcional de la política alemana obliga a la organización de coaliciones, Die Linke podría entonces estar en posición de imponer una serie de opciones al SPD y a los Verdes si éstos se debilitan.

Mientras tanto, el crecimiento de los votos a AfD en el electorado popular amenaza con transformar la imagen de Die Linke en un partido de las clases medias cultas, urbanas y jóvenes, un bloque electoral importante pero evidentemente insuficiente. Inspirada por las experiencias populistas de la Francia Insumisa y de Podemos, Sarah Wagenknecht, ideológica y personalmente próxima a Jean-Luc Mélenchon –como su compañero y antiguo dirigente de Die Linke Oskar Lafontaine-, prevé lanzar un movimiento político en el mes de septiembre. La antigua co-candidata a la cancillería –compartía la función con el poco carismático Dietmar Bartsch (ex WASG) con el fin de asegurar un equilibrio en las diferentes tendencias del partido- prevé este gesto desde hace ya cierto tiempo. Desde las elecciones de septiembre, Wagenknecht no ha cesado de criticar la falta de atractivo de los partidos políticos tradicionales, el estancamiento electoral de Die Linke y de defender la necesidad de adoptar un discurso abiertamente populista para construir una nueva división para atraer a los electores que no se asocian necesariamente con “la izquierda”. Después de la publicación de un informe detallado sobre la estrategia de la Francia Insumisa por la Fundación Rosa Luxembourg, el think-tank del partido, y del reciente congreso de Die Linke en Leipzig marcado por las luchas de poder internas, la ruptura parece consumada entre algunas grandes figuras del partido y Sarah Wagenknecht. La antigua economista es particularmente criticada por su oposición a la apertura total de las fronteras que sostiene el partido, pero es sobre todo su voluntad de dinamitar los muros del partido y de adoptar un discurso más populista lo que parece molestar. La cuestión europea es de igual forma una línea de fractura importante, al tener Die Linke a la vez defensores de la estrategia plan A/plan B y europeístas críticos próximos a Diem25 pero que rechazan categóricamente toda idea de salida de la UE. Si la forma exacta del movimiento populista de izquierda de Sarah Wagenknecht no serán conocido antes del fin del verano, podemos esperar el surgimiento de una nueva fuerza política similar a la Francia Insumisa y que tenga al menos el mérito de abordar los principales desafíos estratégicos del partido.

Con el debilitamiento de la coalición gubernamental, el agotamiento político del SPD y de Angela Merkel, la radicalización de los partidos de derecha sobre las cuestiones migratorias y europeas y el surgimiento a futuro de un movimiento de izquierda populista, la política alemana está a su vez afectada por las recomposiciones visibles en otros lugares de Europa. Una gran inflexión política, comparable a la llegada de un nuevo presidente al Elíseo, es sin embargo poco probable en una democracia parlamentaria proporcional donde las coaliciones son indispensables. Por otra parte, la estructura demográfica en Alemania, de mayor edad que los países vecinos, y los buenos indicadores macroeconómicos —con todas las limitaciones conocidas— permiten pensar que la transición hacia un nuevo equilibrio político debería llevar un cierto tiempo. No obstante, la etapa post-Merkel se prepara desde hoy y la demanda de alternativa a las sucesivas grandes coaliciones debería continuar creciendo. Como en buen número de estados europeos, la extrema derecha capta por un instante lo esencial de esta demanda de ruptura, haciendo que un trabajo de repolitización considerable sea más necesario que nunca para la izquierda radical.

Laboral
Nación 'minijob'
Merkel alardea del bajo desempleo en la campaña electoral alemana, pero sus cifras tienen truco.

Traducción: Eduardo Pérez

Fuente: Le Vent Se Lève

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Berlinés
11/7/2018 11:37

Si Die Linke quiere repetir el "éxito" de Podemos o de la Francia Insumisa: eso quiere decir que poco van a cambiar. Hay algo claro aquí en Alemania, lo que se puede englobar dentro de la izquierda está bastante a la defensiva, carente de ideas y con ninguna voluntad de romper el marco ordoliberal (incluida Wagenknecht). Nada, mucho trabajo de discurso y ninguna voluntad de cambio.
Me resulta divertido que el autor hable de que el electorado de la CDU tiene una media de edad elevada: obvio, es Alemania, uno de los países más envejecidos del mundo y hasta la llegada de los refugiados aquí cada año había menos habitantes.

2
0
#20117
10/7/2018 12:42

Buen artículo y resumen de la situación parlamentaria alemana de la actualidad.
Solo un apunte: la AfD no es "la primera formación política de extrema derecha alemana desde la Segunda Guerra Mundial". La NPD siempre ha estado ahí, aunque no ha llegado a tener representación parlamentaria en ninguna legislatura, sí que la ha tenido en los parlamentos regionales de los Länder y actualmente en el parlamento europeo. Hasta la llegada de la AfD era el partido referente de la ultraderecha alemana.

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